domingo, 27 de diciembre de 2015

Carta a un amigo catalán

Barcelona. Paseo de Gracia
Carta a un amigo catalán

Querido Josep:

Disculpa la tardanza en responder a tus "matinadas". Hoy he podido sentarme, por fin, ante el teclado y voy a intentar cumplir con mi promesa de contestarlas.

Vaya por delante que me ha sorprendido tu declaración de pertenencia a la ANC. No das el perfil de independentista, o al menos no lo dabas hace muy poco tiempo. Pero te veo tan convencido, entusiasmado y tan seguro de que esa opción es la más conveniente para Cataluña y España, que me siento incapaz de contradecirte y hasta me resulta violento intentarlo. Por eso, me  limitaré a enunciar unas cuantas ideas que puedan servir de reflexión....por si todavía queda alguien capaz de reflexionar en un asunto tan pasional como éste. Allá va mi franca opinión sobre el tema.

- Quien no está a favor de la independencia de Cataluña, no es enemigo de Cataluña. Al contrario: Yo amo a La Rioja donde nací, a Aragón donde me crié, a Castilla donde estudié, al País Vasco donde trabajé y vivo, y a Cataluña donde tengo muy buenos amigos. Sentiría un gran dolor si alguna de estas "naciones" se separara de España.

- Por tanto, no es cierto que solo los independentistas amen a Cataluña. Quienes están en contra de la independencia de Cataluña puede que la amen tanto o más. Son tan respetables y tiene tanto derecho, o más, de pronunciarse como el que está a favor de ella y deben ser respetadas sus opiniones y argumentos. Al menos, de igual modo.

- Quien desea ser español y catalán -eso de "sentirse" no deja de ser una expresión con poco fundamento- no es mejor ni peor catalán que el que desea ser solo catalán. Tampoco mejor ni peor persona, pero sí más persona. Posee mayor bagaje.

- La cultura es y debe ser un ente universal. Malo es poner apellidos a los grandes conceptos, pero todavía es peor idealizar nuestras pequeñas culturas locales y colocarlas en su lugar: en ese momento nos limitamos. En el pueblo de mi abuela, un lugar aislado del Somontano de Guara sin luz eléctrica ni agua corriente y unas comunicaciones muy deficientes en los años 40, tenían costumbres, tradiciones y hasta habla propias y diferentes. Nadie hubiera podido convencerles de que todo aquello no fuera lo mejor del mundo. Claro, conocían muy poco del resto, aun de lo más cercano. Me temo que hoy hay quienes tampoco lo quieren conocer.

- Es un absurdo total e inexplicable que existan conflictos entre la lengua catalana y la española. No tiene sentido. En mi opinión, todas las pugnas, dificultades e inconvenientes sufridos por ambas han sido ocasionados por su utilización política interesada, lo que ha dado en provocar impedimentos en el natural y libre aprendizaje y uso de una y otra. Te voy a proponer  una  imaginaria  situación:  Imagina.  por un momento, que un poderoso mago lograra borrar de la mente de los catalanes la lengua catalana y su recuerdo. ¿Qué pasaría...? Nada, Su vida se desarrollaría más o menos de igual manera: por suerte, disponen de otra para trabajar y comunicarse. Bien, ahora supón que este mago decidiera eliminar de la mente de todos los habitantes de Cataluña el idioma español. ¿Te imaginas el desastre? Entre las muchas desgracias, una: No te podrías comunicar con tu amigo Guillermo. Está claro, uno de ellos es un bien cultural, y el otro idioma un bien útil y necesario. Ambos deben cuidarse con idéntico esmero, sobre todo, teniendo una misma lengua madre. el latín, y ser hermanas, por tanto.

- "No tenemos nada contra los españoles, solo contra el Estado español". Extraña afirmación, me parece. Por un lado todas las instituciones catalanas actuales son parte del Estado español. Por otro, el Estado se sustenta en leyes consensuadas por la mayoría de los españoles, incluidos los catalanes, para constituir un Estado de derecho. También los distintos gobiernos que lo dirigen son elegidos por la mayoría de los españoles. Así pues, no consigo ver cómo se puede distinguir entre el pueblo español y el Estado español.

- Es muy cierto que los gobernantes que manejan y han manejado el Estado español no son una maravilla, pero tampoco los vuestros han demostrado ir mucho más allá.

- "El Estado español nos ningunea y agrede". Puede ser, aunque la percepción de la mayoría de los españoles sea la contraria: que durante los últimos 35 años, Cataluña ha salido beneficiada por los sucesivos gobiernos centrales, al necesitar el apoyo de los nacionalistas catalanes para poder gobernar con la suficiente holgura. En cualquier caso esas pretendidas agresiones no deben ser demasiado importantes o esenciales y justificadas, cuando no han sido denunciadas a la Justicia. En un Estado de derecho, y este lo es, existen los suficientes tribunales como para asegurar una justa reparación de cualquier agravio.

- "España nos roba" ¡Vaya por Dios! Supongo que se trata del pago y reparto de los impuestos sobre los contribuyentes catalanes. No conozco los términos de las reglas que rigen estos asuntos, aunque estoy seguro que habrá instancias que moderen y resuelvan cualquier desavenencia. Pero sí, como sospecho, se trata de que todos los impuestos queden en Cataluña -de allí el alto interés de algunos por la independencia- tendré que decir que nos hallamos ante un triste ejercicio de insolidaridad, además de un mal negocio. En efecto, es bien sabido que las regiones más prósperas y adelantadas necesitan contribuir a la elevación económica de las de menor nivel económico, a fin de incrementar la capacidad adquisitiva de estas y asegurar así el propio predominio en su correspondiente cota de generación y comercialización de sus productos.

- "Nadie en España nos quiere, por tanto, separémonos de ella". No es  cierto, somos muchos los que queremos a Cataluña y sentiríamos un gran dolor si se apartara. Pero si esa fuese la percepción de los catalanes, deberían reflexionar y preguntarse, como cualquier persona en sus mismas circunstancias: ¿No es extraño que nadie nos quiera? ¿No será que nosotros también hemos hecho alguna cosa mal? Tal vez así pudiéramos hallar un punto de encuentro. 

- "Es indignante que el ministro de Educación quiera españolizarnos" No tengo ni idea qué quiso decir el Sr. Ministro, pero para mí, españolizar Cataluña sería: Resaltar antes o mejor aquello que nos une y no lo que nos separa. Dejar de traer al presente los agravios de unos y otros producidos en otros tiempos por personas o instituciones. Educar a los niños y jóvenes en normas de convivencia con el resto de los españoles, en lugar de propagar el odio hacia España -"puta España", oigo gritar en sus mítines-. Impulsar el aprecio entre los ciudadanos catalanes hacia aquellas regiones españolas -casi todas- que han contribuido con sus hombres -esos charnegos- al engrandecimiento de Cataluña, en vez de despreciarlas -"siento asco de ser español" he oído decir a uno de los dirigentes de la ANC. Promover el agradecimiento a esas personas, en lugar de ignorarlas o, peor aún, discriminarlas. Propagar una cierta gratitud a tantas regiones de España que han acogido, con auténtico aprecio y sin reserva alguna, a cuantos catalanes han recalado en sus tierras. La pena es que nadie, tanto en Cataluña como en el resto de España, ha tomado la responsabilidad, ni la hombría de bien, de hacerlo.

- El proceso de autodeterminación. En fin, opino que para entendernos debemos a empezar por llamar a las cosas por su nombre. Como es sabido, la ONU apoya los procesos de autodeterminación en los casos de países sometidos a otros por vía traumática; en los casos de diferencias esenciales de religión, raza y cultura; en aquellos en los que se producen persecuciones por los anteriores conceptos; en los que existe un predominio político que impide la participación de las minorías en los asuntos del Estado; en aquellas regiones sometidas donde no se respetan los derechos humanos. De la situación política actual de Cataluña, al no darse ninguna de estas circunstancias, se desprende que nos encontramos en un simple y claro proceso de secesión, promovido con ningún otro título que la simple voluntad de parte de sus ciudadanos. Asunto muy peligroso, pues hasta el día de hoy todos los procesos de secesión se han resuelto a tiros y cañonazos.

- El derecho a decidir. Esto sí es bonito:  el derecho democrático a decidir "nuestro" destino, cómo queremos organizar "nuestra" vida y con quién deseamos compartir "nuestras" actividades. ¿Hay alguien que pueda oponerse a este derecho fundamental? Claro que sí. Siempre hay algún aguafiestas,  y este se llama "ámbito de decisión". Y el ámbito de decisión está regulado  por  las leyes  democráticamente  promulgadas.  Te pondré un sencillo ejemplo: En mi casa hemos votado democráticamente la decisión de no pagar a Hacienda el IRTP (Impuesto del Rendimiento sobre el Trabajo Personal). Creemos que es una decisión justa, ya que, si estoy jubilado, no sé por qué he de pagar por trabajar en ningún sitio. Bien, pues en Hacienda me dirán que mi votación no es legal y que si quiero dejar de pagar tendré que ir a ver al Ministro y tratar de convencerlo para que cambie la ley. Mientras tanto, deberé pagar a toca teja.

- La voluntad de un pueblo, expresada democráticamente está por encima de las leyes y las constituciones. ¡Caray! Esto sí es duro. Me pregunto qué autoridad supranacional ha enunciado este principio y qué hará para hacerlo cumplir. Mucho me temo que este título está sustentado solamente por la propia voluntad de saltarse unas y otras. La verdad es que, a poco que se piense en esa tesis, pronto se da uno cuenta que es una barbaridad. Solo las leyes promulgadas democráticamente son garantes de una convivencia ordenada y pacífica. Es cierto que pueden existir leyes inadecuadas e incluso injustas, pero lo democrático no es saltárselas, sino trabajar democráticamente para tratar de cambiarlas. Mientras, hay que acatarlas. Sobre todo estas, que fueron consensuadas por todas las fuerzas políticas, incluidas las catalanas. "Dura lex, sed lex" decían los romanos que sabían mucho de esto. Otro camino solo lleva al desconcierto, al tumulto y a la violencia.

- Aun así, se debe permitir a todo pueblo expresar libremente sus deseos y aspiraciones. Mira, esto no me parece mal. Pero estamos hablando de un pueblo en el que, durante 35 años, sus ciudadanos han sido educados desde la cuna en las ideas nacionalistas. -nadie nace nacionalista- Ideas con las que han sido martilleados desde todas las instancias posibles: prensa, radio, TV, Internet, además de todas las instituciones culturales y autonómicas, -estas en claro ejercicio de deslealtad con el Estado a quien representan- hasta crear una mayoritaria opinión pública afín a sus tesis independentistas. Bien dijo, hace muy poco, el ex-honorable Sr. Pujol que había dedicado 30 años a "la construcción de Cataluña". Claro, después de este intensivo trabajo de constante y machacón proselitismo, el asunto ahora está maduro, se ha formado la opinión pública favorable y ya se puede pedir la "libre" expresión de los ciudadanos. Antes no, solo cuando se está seguro de ganar la votación. Pues esto no es democracia, por más que se les llene la boca de esta palabra a tus políticos, solo tahurería. Esto es una comedia y no demasiado buena. Y no es que esté en contra de que cada cual se busque la vida como mejor sepa o pueda, lo que me revienta es que me tomen por tonto y crean que me voy a tragar esa farsa. Estaría de acuerdo, y creo que entonces sí sería una verdadera consulta democrática, si se permitiera la propagación de las bondades de pertenecer a España a los ciudadanos catalanes, para "construir la españolidad de Cataluña"  durante otros 35 años, sin ninguna voz ni intervención de los agentes independentistas. Entonces sí habría igualdad de oportunidades para ambas tesis y se podría realizar una consulta verdaderamente justa y democrática. Trata de explicar esta idea en alguna asamblea de la ANC. A ver qué te dicen.

- Pero Gran Bretaña ha permitido la consulta a Escocia. Allí nos han dado un ejemplo de democracia. En esto tienes razón, aunque hasta donde yo sé, existen algunas notables diferencias con el caso catalán. En primer lugar, Escocia fue un reino independiente que Inglaterra hizo suyo por la fuerza de las armas. Esta nación, que mantiene su estatus de país asociado a los reinos de Gales e Inglaterra para formar el Estado de Gran Bretaña, apenas cuenta con competencias autonómicas. Por otro lado, la consulta ha podido ser realizada al disponer de una ley consensuada. Aquí, la ley que consensuaron los padres -algunos de ellos catalanes de pro- de la Constitución no contemplaron dicha opción. Para poder realizarla habría que volver a negociar hasta conseguir un nuevo consenso que modificara la Constitución y después votar su aprobación. Una acción unilateral no puede llamarse democrática ni llegar a buen fin,     

- Ahora me pregunto: ¿Es suficiente la propia voluntad para lograr nuestros deseos y para que los demás los acepten? Claro, es muy de nuestros días el afirmar: "Querer es poder". "Podemos" se oye por todo el mundo. Sin embargo, un aforismo más antiguo, dice: "Una cosa es querer y otra poder". Y a mí me parece que este es bastante más sabio. En efecto, quien quiere algo que no puede obtener se introduce en un conflicto que acabará provocando su infelicidad. Porque ¿no hay nada que considerar en nuestras decisiones salvo nuestra soberana voluntad?     

- Pero, en serio, de verdad ¿Qué buscan, en realidad, los catalanes con la independencia? No deja de ser un enigma para mí. Repaso las competencias políticas de Cataluña y me digo: ¡pero si ya son independientes! Son dueños de su cultura, su idioma, sus costumbres, su sanidad, su educación, disponen de todas las instituciones de un Estado: Justicia, policía, órganos legislativos y de gobierno, diplomacia y agentes internacionales de comercio propios... Bueno, faltan algunas cosillas: un ejército -que nadie quiere- , una frontera, un título y poco más...¡Ah, no! falta algo muy importante. Una Hacienda propia. ¡La pela! ¡Ah, amigo, con la pela hemos topado, Sancho! Esta si es una buena razón. No me extraña que el Sr. Mas desatara las iras independistas, al recibir la negación del Gobierno Central a concedérsela. Se trata de que todo el dinero de Cataluña se quede en Cataluña. No está mal pensado, pero me parece que estos "cerebros" que han montado este enorme follón han hecho mal las cuentas.

- ¿Puede haber alguien que crea que una Cataluña independiente en Europa -en el caso de que pueda ingresar en ella- iba a estar libre de pagar impuestos? Ni soñarlo. Tendrá que contribuir, no solo para las regiones más desfavorecidas de España como ahora, sino también las de Portugal, Grecia, Rumanía, Lituania, Bulgaria y un largo etc.

- ¿Tiene algún sentido despreciar las leyes españolas, teniendo en cuenta que han tenido y tienen la posibilidad de intervenir en sus elaboraciones, para someterse a las europeas, en las que será muy difícil que les dejen meter mano?

- ¿Hay alguien con dos dedos de frente que piense que una Cataluña independiente podría conseguir más influencia política en Europa de la  que puede tener y tiene en España?

- ¿Ha pensado algún súper-cerebro catalán el follón financiero que se les viene encima con una ruptura unilateral con España? ¿Y en la posible pérdida de su parte proporcional de la bolsa de pensiones? Y entre otros muchos líos más, debido a la estrecha relación de su economía con la del resto de España, ¿cómo se las arreglará para refinanciar su enorme déficit?  Seguro que no lo han pensado demasiado.

-  ¿Es sensato arriesgar el mejor y mayor cliente -el mercado español- que ahora tiene, así como la actual corriente favorable de capitales?

- ¿En serio, hay alguien en Cataluña que pueda pensar que una secesión unilateral se puede lograr de forma amable, sin ningún costo material y humano? No, hasta el día de hoy.

- ¿Tiene sentido exigir la independencia, contando con el 36% del electorado y el 47% de los votantes, según los resultados de las últimas consultas electorales? No. Estos datos no dan ni para hablar en nombre de todos los catalanes

- Pero, sobre todo, si yo fuera catalán me pensaría mucho esto de la independencia ¿Imaginas una Cataluña independiente, sin poder echar la culpa a nadie de sus problemas y penas? ¡Qué aburrimiento sin poder meterse con Madrid y sus gobernantes varias veces a lo largo y ancho de cada día! Y no te digo el Barça, obligado a jugar en la liga catalana o francesa, sin tener la oportunidad de ganar al Real Madrid de dos a cuatro ocasiones al año. ¡Eso no puede ser vida!

- En fin, que se diga lo que se diga, a Cataluña le ha ido bien en España durante estos últimos 35 años. Los viejos, que la hemos visto crecer y progresar, lo sabemos bien. Han sido años de laborioso crecimiento, en el marco  de una aceptable  paz social  y una razonable cota de prosperidad de sus ciudadanos, como no se han conocido en varios siglos antes.     

- Conclusión: En este momento, Cataluña está en vías de abandonar lo seguro y conocido por lo aventurado e ignoto. ¿Te suena lo de malo conocido por bueno por conocer? Claro, una Nación que hierve en ansias de libertad y reclama para sí el sagrado derecho de elegir su destino para constituir un estado que dé acogida al incesante, inmenso e irrenunciable sentimiento patriótico de todos sus ciudadanos, no puede pararse a contemplar esas minucias. La Patria está por encima de todo. ¿De verdad, no te huele esto a literatura barata?

Me preocupa lo que pasa en Cataluña y me lastima lo que pueda pasar a los catalanes. Este órdago lanzado al Estado no puede salir bien. El gobierno central está obligado a cumplir las leyes -nadie le toleraría que las obviara- y cuenta con poderosos medios para hacerlas cumplir. Por otra parte, las fuerzas políticas moderadas de Cataluña se han hecho el harakiri con este follón que han montado -follón alimentado con razones fútiles o inventadas, además de amparase en la dudosa suposición de que "no se atreverán"- y han puesto en bandeja el poder político en manos de los extremistas, con todas las consecuencias que tal hecho han de ocasionar. Y eso sí es mucho peor que pertenecer a España.

En cuanto a nuestra amistad, mala o muy débil sería si se viera afectada por estos acontecimientos políticos que, al fin y al cabo, poco o ningún protagonismo nos depara a la gente de a pié. Será lo que deba suceder, independientemente a nuestros deseos o conveniencias. Al contrario, si os va bien me alegraré por todos los amigos que allí tengo y si os fuese mal, aquí nos encontraréis para acogeros con el mismo afecto de siempre. Sabes bien -tus padres tuvieron la oportunidad de conocerlo en Valladolid y seguro te hablaron de los castellanos, como tú también pudiste conocer bien a los aragoneses- que los españoles son gente noble, amable, franca, desprendida y acogedora...cuando no hay políticos o iluminados empeñados en envenenar nuestra convivencia. Seguir junto a ellos me parece que es un gran honor, mientras que lo contrario me temo que pueda convertirse en un enorme e irremediable error histórico. No tengo la menor duda.  

Me he alargado mucho más de lo previsto. No era esa mi intención al comenzar. Te pido disculpas, pero ya sabes que a los escritores, aun los aficionados, les das una frase y te hacen una novela. Espero que tengas ánimos para leerlo todo, pero si te fallan no te preocupes: tampoco te perderás demasiado.

Un fuerte abrazo y recuerdos a Montse

Guillermo.                                                    

viernes, 18 de diciembre de 2015

Relatos, Fábulas y Leyendas.-5

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5.- LAS LIOSAS PREGUNTAS DE MI NIETO JAVI
 
Javi en boxes, escuchando las últimas instrucciones de su mecánico
 
 
 
Javi, mi nieto, es un chico de 13 años, despierto, avispado y simpático, que se hace notar allá donde va. Un majo chaval, vamos.

Su pasión son las carreras de coches y sus aficiones se reparten entre la escritura, la música -toca el fagot-, y el Real Madrid, aunque esta se encuentra en un sensible y progresivo decaimiento.

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De vez en cuando me sorprende con alguna enrevesada pregunta como esta:

-Oye yayo ¿Tú sabes si Dios existe? -preguntó, con esa sonrisa suya entre pícara y cómplice, ojos abiertos con mirada expectante de querer saber y cierta vacilación en el tono de su voz.

-¡Caray, Javi! ¡Vaya preguntita! -respondí- ¿Ya le has preguntado esto a tu papi?

-No. Es que, si mi padre sabe más que yo por ser mi padre, digo yo que tú, que eres su padre, sabrás más que él.

-Bueno, no necesariamente. Pero, en fin, ya que me has preguntado y me has otorgado esa confianza, intentaré contestarte. Pero dime: ¿por qué me haces esa pregunta?

-Es que en el cole hay gente que dice que sí existe y otra que no.

-Pues mira, eso no lo sé yo ni nadie. Es el secreto  mayor y mejor guardado de Dios. Se puede creer o no en su existencia, pero saberlo a ciencia cierta no. No hay ninguna evidencia que asegure, sin género de duda, que Él existe.

-¿Entonces? -insistió Javi frunciendo el ceño.

-Entonces tendrás que espabilar y esforzarte en hallar motivos para creer o no en su existencia.

-¡Pero cómo! -exclamó, impacientándose.

-Verás, la creencia es un sentimiento que está por encima de lo entendible, aunque no de lo razonable. Quiero decir, que aunque se trata de un sentir sustentado en la fe, debe ser compatible con la razón.

-No me entero de nada, yayo. ¿Tú por qué crees?

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-¡Ah, a eso si te puedo responder sin ningún problema! Pero, aparte de lo que te puedan decir en tu clase de Religión o el cura de tu parroquia, te daré mi impresión personal sobre este asunto. Verás, yo creo en la existencia de Dios porque me conviene creer en ella.

-¿Y cómo es eso?

-En primer lugar, la creencia en la existencia de Dios, un ser omnipotente, infinito e intemporal, extiende el horizonte de mi pensamiento más allá de cualquier límite. Lo contrario me empequeñecería hasta hacerme sentir un nano-elemento del Mundo y su Naturaleza  y, no digamos, del mismo Universo entero.

-Segundo: la existencia de Dios permite que pueda explicarme lo inexplicable, al menos mientras los científicos o pensadores encuentran las respuestas apropiadas para resolver mis dudas existenciales.

-Tercero: la figura de Dios y sus consecuencias, (otra vida después de esta, por ejemplo) me proporciona una proyección eterna que me agrada y conviene. Si la rechazo, vuelvo a limitarme hasta convertirme en un soplo de vida entre los siete millones y pico de años de la existencia del hombre sobre la Tierra. Me sentiría como una "mierdilla" y a mí, por el mismo precio, me gusta considerarme como alguien importante.

-Cuarto: Creo en la existencia de Dios, y otro de sus efectos, como es ser el creador de todo lo que existe, porque no encuentro disparidad o incongruencia entre esta afirmación y el contenido de lo que la ciencia sabe sobre la creación del hombre y del Universo.

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-Quinto: La creencia en la existencia de Dios me ayuda a ser más y mejor persona.

-Sexto: Me parece que si Dios existiera, las cosas de este Mundo y las del Universo donde se encuentra serían más o menos como son ahora.

-Séptimo y último: Acepto de buena gana la existencia de Dios, porque es la única opción que no me va a defraudar. En efecto, si muero y no hay nada después, no quedaré decepcionado por la sencilla razón de que no me enteraré. Por contra, si no crees en Dios, ni en otra vida, vives ajeno a él y te saltas sus preceptos ¿te imaginas si, al morir, te encuentras que sí lo hay? ¡La habrás cagado, chaval!

He terminado mi discurso y veo a Javi pensativo y meditabundo. Tengo la impresión de que no ha digerido del todo una argumentación tan subjetiva como la mía.

-Bueno, ¿qué me dices? ¿Estás de acuerdo o no en lo que te he dicho? -le pregunto.

-Más o menos...No estoy seguro -contesta con marcado tono de duda, aunque en seguida se le ilumina la mirada y añade- pero... voy a creerte porque me conviene.

Era digno de ver la pícara sonrisa de pillo con que pronunció esta última frase, al tiempo que esquivaba la cariñosa colleja que le lancé en represalia a la avispada guasa que encerraba su respuesta.

  

 

 

 

  

jueves, 10 de diciembre de 2015

Relatos, Fábulas y Leyendas.- 4


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4.- ¡ARDE  PARÍS!

 


 


 

 

Era el 13 N del año 2015 y los cimientos de la ciudad de la luz, la libertad y de la amable acogida se estremecieron.

Durante la tarde-noche de ese día, un rosario de alarmantes y luctuosas noticias fueron desgranándose en programas informativos de toda clase. Algo muy grave estaba sucediendo en la capital francesa.

Un grupo de terroristas islámicos efectuaba un atentado, casi simultáneo, en siete concurridos lugares de la ciudad, con el resultado de 130 muertos y 415 heridos, algunos de ellos de extrema gravedad.

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A pesar del doloroso balance de víctimas, el atentado pudo ocasionar un número incalculable de damnificados. Los terroristas no lograron desarrollar su plan original que consistía en inmolarse, cargados de explosivos, en el Estadio de Francia, en Saint-Denis, mientras se jugaba el partido amistoso de futbol que enfrentaba a la selección francesa con la alemana, bajo la presidencia de François Hollande, Presidente de la República, y del Embajador de Alemania en Francia.

Los agresores no consiguieron entrar en el Estadio y tres de ellos se suicidaron en los alrededores, tras explosionar sus artefactos, produciendo heridas graves o la muerte a 10 personas. El resto de atacantes se dispersó por la ciudad sembrando el terror y la muerte entre los aterrados ciudadanos.

El segundo atentado se produjo en el restaurante Le Petit Cambodge, situado en la rue Bichat, con el resultado de 4 personas asesinadas.

Casi al mismo tiempo, en el bar Le Carillon de la rue Alibert, provocaron un tiroteo que costó la vida a 11 personas.

 El cuarto asalto y el más sangriento se originó en la sala de fiestas Bataclan. En este lugar, cuatro terroristas se atrincheraron con 150 rehenes, durante más de tres horas. La policía consiguió entrar en el local pasadas las 12 de la noche. En ese momento, tres de ellos hicieron estallar sus artefactos adheridos al cuerpo, causando una autentica masacre. El cuarto asaltante fue muerto por disparos de la policía. El trágico acontecimiento se cerró con el resultado de 87 rehenes asesinados.

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Mientras esos sucesos se producían en la sala Bataclan, un tiroteo en la pizzería La Casa Nostra dejaba el saldo de, al menos, 5 muertos.

Hacia las 21,45, se escucharon nuevos disparos en el restaurante Le Comptoir Voltaire, en el Bulevar Voltaire. Allí un terrorista, cuya arma se encasquilló, hizo estallar su chaleco explosivo y se inmoló sin conseguir causar víctimas.

Cinco minutos después, era atacado el bar La Belle Équipe. en la rue de Charonne. Este ataque segó la vida de 19 personas.

La noticia se extendió por el mundo entero, propagando la alarma y la consternación, seguida, de inmediato, por la repulsa de la mayoría de sus habitantes, gobiernos e instituciones

Había motivos. No solo porque las víctimas pertenecían a naciones de los cinco continentes, si no, sobre todo, por la fanática y cruel determinación de los terroristas, la brutalidad del ataque y la indiscriminada ferocidad con qué asesinaron a todas aquellas personas inocentes, cuyo único propósito consistía en el pacífico goce de un fin de semana, tras cinco días de trabajo, o, tal vez, del disfrute de un viaje de placer en la hermosa capital francesa.

Poco a poco, como ramas desgajadas de un árbol herido, seco y triste, fueron llegando las amargas imágenes del funesto suceso. También aquellas que relataban la valerosa reacción de condena de los parisinos, junto a otras muchas, llegadas en su apoyo de todas las partes del mundo. Y al contemplarlas, una viva emoción henchía el ánimo.

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Entre ellas, alguna originaba un especial impacto emocional, como el solemne homenaje de la Nación a las víctimas, celebrado en la explanada de Les Invalides, con el Presidente de la República al frente de todas las organizaciones cívicas, políticas y militares de la nación francesa.

Tampoco puedo olvidar la conmovedora escena que protagonizaron miles de ciudadanos, al evacuar el Estadio de Francia en perfecto orden y cantando su himno nacional, en una admirable demostración de entereza y orgullo patrio.

Y sentí envidia.

En ese momento, no pude evitar compararlas con las que se produjeron en España, tras el fatídico atentado del 11M, en el año 2004, con el resultado de 193 muertos y 1858 heridos.

Y entonces sentí vergüenza.

Porque el ejemplar proceder de los ciudadanos franceses no era una excepción. En todas las naciones donde se ha producido algún atentado de la importancia de este, siempre ha provocado un gallardo efecto de "agrupamiento tras la bandera" de todos sus ciudadanos sin distinción de clases, ideas o religión.

Aquí -por algo somos diferentes- no sucedió lo mismo. El Gobierno, desde un primer momento, atribuyó el atentado a la organización terrorista ETA, como era lógico y lo más probable. Sin embargo, al encontrarse pistas que señalaban la autoría a un grupo islamista, se empecinó en mantener su tesis inicial, en un intento de cubrir las vergüenzas de su gran error político al implicar a España en la guerra de Irak.

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Tres días más tarde debían celebrarse elecciones generales, y la oposición, que hasta entonces aparecía en las encuestas por detrás del partido del gobierno, vio la oportunidad de cambiar el signo de los pronósticos. A tal fin, utilizó todos los medios a su alcance para culpar al gobierno de aquel horrible crimen. por participar en la coalición que provocó la guerra en Irak y atraer así las iras de la yihad islámica.

El día 13 era día de reflexión pero no se respetó. Hubo manifestaciones públicas de repulsa al gobierno, así como multitud de declaraciones adversas de políticos, intelectuales y artistas, junto a abundantes reseñas de reproche en los medios de comunicación.

"Vosotros fascistas sois los terroristas"  fue una de las desdichadas frases que se pudo escuchar en una algarada de acoso a la sede del partido de gobierno.

El siguiente día, el primer partido de la oposición ganaba las elecciones legislativas.

Desde ese día se produjo una profunda fractura social. Se rompió el Pacto Antiterrorista, firmado por el gobierno y la oposición. Las mismas víctimas, sus familiares o representantes se dividieron en dos grupos irreconciliables, y se asociaron siguiendo sus distintas preferencias políticas. Esta división perdura, a pesar de haber transcurrido 11 años desde aquella tragedia.

Tras el cruel atentado y durante los primeros días, se recibieron numerosos comunicados de condolencia y apoyo de todo el mundo civilizado, pero ante el guirigay formado en nuestro País, y sin saber muy bien quién era quién, ni la identidad del verdadero causante, fueron remitiendo hasta quedar en casi nada.

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Así que, mientras aquí se discutía con saña si los promotores del atentado eran galgos o podencos, los autores conseguían alcanzar los objetivos estratégicos expresados en la página web de Global Islamic Media para España:

1.- Provocar un cambio de Gobierno menos hostil.

2.- Conseguir la retirada de las tropas españolas de Irak, motivando, al mismo tiempo, que las acciones punitivas sirvieran para facilitar la de otras naciones.

3.- Todo ello, dirigido a promover el aislamiento de las tropas USA en Irak.

Esa tarea resultó muy fácil para los terroristas.

En efecto, en este País -si digo Nación quizás resulte imprecisa la frase-, desde Viriato, o antes, siempre han habido dos Españas. Y si en algún tiempo fueron más de dos, hemos tenido la gran habilidad de convertirlas en dos, siempre con la condición de que resultaran irreconciliables.

Es posible que la influencia de tantos siglos de mala leche reconcentrada nos hayan provisto de esa innata incapacidad nuestra para la convivencia pacífica, para el uso del diálogo en la solución de nuestros problemas, para el respeto hacia quien no piensa como nosotros y para admitir la cuota de verdad o provecho que puedan tener las ideas de nuestros contrarios.

Por contra, estamos excelentemente dotados para servirnos del encono, el desprecio al orden y las leyes, el rencor, la envidia más ruin, y la aversión o el odio al contrario que, de inmediato, será tenido por enemigo.

Hay más, pero estas "cualidades nacionales" son suficientes para sentirme triste y avergonzado.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Relatos, Fabulas y Leyendas.- 3

 
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3.- DIÁLOGO EN LA SELVA
 
 
 
 
 
 
        Doña Leoparda se deslizaba por entre los tupidos matorrales de aquella espesa y oscura jungla, con su acostumbrado estilo pausado, sigiloso y precavido. Llevaba tres días sin cobrar pieza y su estómago no cesaba de protestar exigiéndole algún alimento capaz de mitigar las frecuentes punzadas que le torturaban.
De pronto, sin pretenderlo ni poderlo evitar, se dio de bruces con su poderoso vecino Don Leoncio que, acompañado por su esposa y uno de sus hijos, esperaba el paso de algún ser despistado y comestible, emboscado tras la linde de un claro de la densa selva.
No era este uno de los encuentros más gratos para ella. Le fastidiaba la prepotencia con qué se conducía aquella familia y, más que nada, su continua  agresividad y mal humor. Pero ya no había remedio. Le habían visto y tenía que apechugar con el mal trago.
-¡Hola familia! Hacía mucho que no coincidíamos ¿Qué tal les va? -dijo Doña Leoparda, muy cortés, tratando de caer simpática a sus hoscos vecinos.
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-¡Ugg...! -contesto don Leoncio, con un profundo rugido-. Muy bien, como de costumbre ¡Faltaba más!
-¡Ah, me alegro mucho! -continuó Doña Leoparda hablándoles con el mismo amigable tono, pues conocía bien el peligro que suponía contrariar al orgulloso felino- Por cierto, he sabido que han conseguido colocar a su hijo mayor en el zoo de Múnich.
-Así es, y la familia está muy contenta y orgullosa de haber logrado su incorporación a una institución tan importante y renombrada como esa.
-¡Muy bien! -asintió Doña Leoparda- Y díganme: ¿Se ha adaptado pronto al nuevo estilo de vida?
-¡Ya lo creo! A lo bueno se acostumbra uno pronto. Mire Vd., dispone de un espacioso cubil propio, atención médica gratuita y cada día tiene garantizada una alimentación sana y abundante. Goza de un trato exquisito y de un amplio lugar acondicionado para su solaz y esparcimiento, donde puede relacionarse con otros colegas ¿Se puede pedir más? Esto es, en fin, un gran chollo, es un auténtico "estado del bienestar".
-¡Estupendo! -volvió a ponderar Doña Leoparda- ¿Y qué tal está el trabajo allí?
-Bueno, eso es lo mejor. Allí nadie empuja. El trabajo está muy bien organizado y es fácil y sosegado. Hay un horario en el que es necesario atender a los visitantes y, aunque es cierto que entre la gente que llega los hay impertinentes, el trabajo se realiza sin presión, exento de estrés ni de los peligros de la selva.
-Claro...en aquel lugar no se podrá hacer lo que uno quiera -apuntó Doña Leoparda, dejándolo caer como quien no da importancia a la cosa.
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-¡Por supuesto! ¡Qué sería de aquella privilegiada comunidad, si cada cual hiciera lo que le viniera en gana! No, no, todo está perfectamente reglamentado y se hace lo que la dirección y el comité consultivo dispone que, a fin de cuentas, son los que conocen lo que más conviene, tanto al conjunto, como a cada uno de los residentes.
Doña Leoparda consideró que había llegado el momento de hacer "mutis por el foro", antes de que al peligroso y pendenciero vecino se le agotara su escasa paciencia y le entraran deseos de echarla de su territorio a cajas destempladas y con los habituales malos modos de siempre.
Así, con la mayor discreción, Doña Leoparda se retiró despacio y gruñendo bajito, para no ofender ni soliviantar a sus vecinos, al tiempo que iba rumiando todo cuanto había escuchado.
¡Qué barbaridad lo de esta gente! -pensó- ¡Mira que alabar esa vida tediosa, estéril, supeditada y desprovista de la menor posibilidad para tomar la más simple iniciativa! ¡Pero es que no se puede comparar con la vida que llevamos en nuestra querida selva!
Doña Leoparda, confusa, revivió en su mente lo que, para ella, eran las irrenunciables excelencias de una existencia en libertad como la suya:
Yo me muevo por esta hermosa jungla por dónde me place y cuándo me parece, lo que me permite gozar con su belleza y disfrutar de tanta abundancia como rezuma. Además, cuento con el respeto de la mayoría de sus habitantes. Cada día que pasa es distinto, por lo que jamás me aburro. Como  lo que  yo cazo  y lo  que  
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me apetece, sin esperar que ninguna autoridad decida por mí qué debo hacer. Claro, nada  de esto es gratis y requiere un esfuerzo, pero el trabajo para conseguirlo reaviva mis cualidades. Me hace más hábil, creativa, fuerte, tenaz y poderosa, al tiempo que refuerza mi personalidad y autoestima. De verdad, tan cierto como la noche sigue al día, puedo asegurar que me resultaría imposible soportar una vida como la del hijo de Don Leoncio...
En ese momento, el hambre volvió a dejarse sentir en su vacío vientre con nuevas y agudas punzadas, acabando con sus mentales reflexiones, para traerle a la cruda realidad del momento. Y así se introdujo en el fangal de la duda que hizo flaquear sus, hasta entonces, sólidas convicciones.
¿Y si, al final, tuvieran razón esos amigos del: "aquí me lo den todo hecho"? ¿No acabará por resultar que el verdadero acierto en la vida está en aquellos que buscan una posición vitalicia que les asegure una existencia sin riesgos ni complicaciones, al precio que sea? ¿No será, en fin, un signo de listeza la de esa gente que no se recata en manifestar: "dame pan y llámame tonto" con absoluto descaro?
-¡Greeeg! -rugió Doña Leoparda con fuerza, al tiempo que sacudía su cabeza, como tratando de arrojar de ella esos malos pensamientos.
Tras el potente rugido, echó de su mente las últimas cavilaciones y, sin más conjeturas ni dilaciones, se dispuso a buscar con verdadero ahínco algo que llevarse a la boca, que buena falta le hacía.
       
 

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Relatos, fábulas y leyendas.- 2

2.- Mi tío Constantino.
Loscertales con Sierra Guara al fondo
 
 

Le conocí con la tierna edad de siete años. Tal vez con menos.

Recuerdo aquel día como si fuera hoy. Jugábamos Antonier de casa Balsamino y yo en la polvorienta calle del Coso en Arbaniés, un pueblecito del Somontano de Huesca, donde disfrutaba mis vacaciones de verano en casa de mi abuela Silveria.

De pronto, apareció un extraño forastero por la costanilla de casa La Rula, la entrada norte al pueblo, por la que accedían los caminantes procedentes de los vecinos pueblos de Coscullano y Loscertales. Venía "mudado" de arriba a abajo -cosa extraña en día de labor-, con traje oscuro, moquero asomado al bolsillo superior, camisa blanca y un batíaguas como bastón.

-¿Quién será ese hombre raro? -preguntó inquieto Antonier, que era un par de años menor que yo.

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-¡Es mi tío! -exclame, al tiempo que salí corriendo hacia él para abrazarle... sin saber por qué, puesto que jamás le había visto antes.

Quizás había escuchado alguna conversación entre mi tía Angeles y mi abuela, comentando la inminente llegada del pretendiente de la primera, o puede que ambas me hubieran aleccionado con la llegada de un "nuevo tío". No sé, el caso fue que mi reacción se produjo sin motivo aparente y de manera espontánea.

Él me recibió con aquella amplia sonrisa suya de hombre apacible, generoso y bonachón, con la que me seguiría acogiendo en cada nuevo encuentro. Desde ese momento, un fuerte vínculo de afecto nos unió  para siempre.

Mi tío Constantino pertenecía a casa Trallero de Loscertales. Era alto -así me parecía- y bien formado. Magro, sin llegar a delgado, poseía esa fortaleza innata de los hombres del campo. Solo un intenso eccema en cara y dorso de manos, efecto quizás de un prolongado trabajo bajo el sol, afeaban un tanto su figura.

Sonreía con frecuencia, aunque sabía imponer seriedad cuando el asunto o la situación lo requerían. Parco en palabras y gestos, se hacía escuchar con voz grave, clara dicción y pausado verbo.

Su pretensión fue aceptada y hubo boda. Desde ese momento, mi vida en el pueblo cambió. Hasta entonces había vivido agarrado a las sayas de mi abuela, después lo hice de la mano de mi -ahora sí- tío Constantino, para introducirme en el asombroso y fascinante mundo del campo, la huerta y el monte.

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Y yo, un atolondrado niño de ciudad, presenciaba, boquiabierto, tantos y tan variados e insospechados aspectos que componían la vida en ellos, así como las  labores que allí se realizaban y que mi tío ejecutaba con mágica destreza.

No exagero. Poseía un conocimiento perfecto de qué, cómo y, sobre todo, cuándo había que preparar, sembrar, plantar y recolectar cada uno de los productos que se cultivaban en aquel lugar, acorde con el tiempo.

Tenía fama de virtuoso en el arte de la poda, como en otras actividades agrícolas, y no era raro que solicitaran su ayuda en alguna de ellas. Evoco varias:

Componía injertos con la habilidad, arte y limpieza de un imaginero. Manejaba el cuchillo como el mejor matarife en el despiece de alguna res, cordero o cabrito, cuando era menester sacrificarlos para proveer carne a la casa, operación que realizaba con especial cuidado en la matacía del cerdo. Recuerdo también cómo recomendaba o discutía con otros agricultores sobre las distintas etapas de la elaboración del buen vino y la influencia de la Luna en ellas..

Predecía el tiempo y rara vez equivocaba su pronóstico. Si decía que iba a llover, llovía. Si anunciaba pedregada, caía pedrisco.

Para mí era un auténtico sabio y me parece que  también lo era para el resto de quienes lo conocían.

Jamás le oí pronunciar palabras malsonantes, ni siquiera de las más suaves o inocentes, y eso que entonces era de uso frecuente su empleo en el trato con las caballerías, llegando hasta la blasfemia, sin recato, en situaciones apuradas.

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Le bastaba con un repetido chasquido de lengua para que la burreta echara a andar y un ¡soo burra!  para detenerla. El animal, que era tan sabio o más que él, no necesitaba más órdenes: conocía el camino a tomar y su destino con solo notar la carga que le ponían encima, bien fuese la albarda, la covaneta y sus cántaros, las alforjas o los aperos de labor.  

Cazaba, sobre todo conejos. No como deporte o negocio sino para consumo propio, y lo hacía sin hurón ni escopeta, solo a lazo limpio.

Recuerdo la primera vez que fui con él a la viña. Esta se hallaba al borde de un monte de carrascas y los conejos, muy abundantes en aquel tiempo, bajaban hasta ella para darse un festín con los brotes tiernos de las cepas o con las uvas cuando maduraban.

Mi tío me mostró los casi imperceptibles rastros que dejaban los animalillos al transitar entre las cepas y montó un par de lazos con alambre y unos tallos de fajuelo, bien disimulados con hojas de vid. Hecho esto, me dejó jugando bajo una gran olivera que había en el centro de la viña, mientras él se dedicaba a realizar las labores que le habían traído hasta allí, aquel día.

Al poco tiempo se escuchó un agudo e insistente  chillido. Un conejo había caído en uno de los lazos, pero mi tío no me permitió ver la violeta escena. Fue a por él y lo trajo ya muerto. Solo pasado el tiempo, supe valorar la delicadeza de su bondadoso gesto, en una época y lugar donde el sacrificio de los animales domésticos era un hecho habitual y de lo más simple.

Con 15 ó 16 años, le acompañé en su dura faena diaria, desde antes de despuntar el día hasta su ocaso.

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Mis vacaciones coincidían con el apogeo de los trabajos agrícolas. Así pude conocer y participar en la siega, el acarreo de la mies, la trilla, el aventeo, la criba y el acarreo del grano hasta el granero, operaciones que debían realizarse mediante una buena práctica, indispensable para obtener un acertado rendimiento.

En ese tiempo sucedió un accidente que puso a prueba la entereza de la familia y, en particular, la de mi tío Constantino: mi abuela Silveria se cayó por la escalera de casa y quedó imposibilitada por una hemiplejia que le paralizó todo el lado izquierdo de su cuerpo. La consecuencia inmediata fue que mis dos tíos tuvieron que apechugar con las innumerables labores que ella realizaba y, además, cuidarle.

En esta última tarea brilló, como de costumbre, mi tío Constantino. Era digno de ver con qué cariño la atendía. Con qué ternura y delicadeza la levantaba de su cama, la trasladaba en sus brazos hasta la silla en que solía reposar o la acostaba en su lecho.

Él se ocupaba de limpiarla de cuerpo entero. Con frecuencia también debía asistirle en las comidas cuando mi tía estaba ocupada en otros menesteres. Lo hacía siempre de buena gana, con un trato atento, respetuoso y tierno, que emocionaba al venir de un hombre encallecido por el rudo trabajo del campo, con una educación precaria y, en cierto modo, ajeno a la familia. Pero, a pesar de lo engorroso de esas tareas, jamás faltaba en su rostro aquella sonrisa suya de hombre bueno, que solía acompañar con algunas palabras cariñosas para su suegra, que él llamaba madre.

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Rondaban los años 60, cuando mi abuela murió. Fue en aquella época cuando el campo sufrió una intensa transformación y entró en un proceso imparable de mecanización.

La mano de obra se redujo drásticamente y las pequeñas explotaciones -la de mis tíos era minúscula-, que hasta entonces habían servido para sobrevivir, perdieron hasta esa última capacidad.

Acosados por la necesidad, mis tíos decidieron vender sus escasos bienes y trasladarse a la capital en busca de mejor vida. Pero en aquel lugar de nada servía la sapiencia de mi tío Constantino. En la ciudad a nadie interesaba su experiencia y conocimiento de la Naturaleza ni su destreza en laborarla: era un perfecto ignorante de todo cuanto allí se hacía.

Sin embargo, tuvo suerte y pudo colocarse en una torre en las inmediaciones de Huesca, como capataz.

No duró mucho. Por entonces, la ciudad se ensanchó presa de un intenso desarrollismo y el hormigón acabó con las milenarias y feraces huertas de su entorno. Desde su creación por moros y moriscos, estas habían sobrevivido a mil y un avatar gracias a los esmeros de los hortelanos locales, pero "el progreso" acabó con ellas.

Unas de las primeras en caer fueron las huertas en las que mi tío trabajaba. Un nuevo golpe. Una nueva preocupación y otro y desesperado interrogante sobre qué hacer o a quién acudir.

Por fin, después de un largo período, sin nada que hacer, consiguió emplearse en una fábrica de la localidad, como vigilante nocturno, hasta su jubilación.

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Pocos años después, se fue de este mundo despacio y sin hacer ruido, tal como había vivido. Con él desapareció un enorme caudal de conocimiento y bondad que nadie, salvo quienes le tratamos, quiso conocer ni valorar.

Yo no sé si era un santo o, simplemente, un hombre de verdad, trabajador, bueno, responsable, honesto, cabal, y entero. Incapaz de hacer o desear el mal a nadie o aspirar a nada que no estuviera respaldado por su trabajo. Jamás escuché en él palabra alguna de reproche, rencor o queja por las estrecheces que marcaron su vida.

Una personalidad difícil de entender en los tiempos que hoy corren. Es esta la época del pelotazo, donde se valora poco el esfuerzo y reina en ella la desvergüenza, la reivindicación incesante y cínica, el consumo desaforado de derechos y la penuria más mísera de responsabilidades. Una sociedad en la que mi tío Constantino no podría, ni sabría vivir.

Con toda seguridad, su vida sería calificada hoy como gris y prescindible. Sin embargo, han sido, y son, gentes como él quienes han hecho, y hacen, con su callada labor desde abajo, que el mundo sea más amable y vivible. Desde arriba también puede hacerse, pero sobran dedos en las manos para contar quienes lo han hecho de verdad.

En resumen: ignoro qué requisitos o cualidades se necesitan para ser reconocido como Santo. Me importa poco, yo le rezo como tal.