jueves, 10 de diciembre de 2015

Relatos, Fábulas y Leyendas.- 4


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4.- ¡ARDE  PARÍS!

 


 


 

 

Era el 13 N del año 2015 y los cimientos de la ciudad de la luz, la libertad y de la amable acogida se estremecieron.

Durante la tarde-noche de ese día, un rosario de alarmantes y luctuosas noticias fueron desgranándose en programas informativos de toda clase. Algo muy grave estaba sucediendo en la capital francesa.

Un grupo de terroristas islámicos efectuaba un atentado, casi simultáneo, en siete concurridos lugares de la ciudad, con el resultado de 130 muertos y 415 heridos, algunos de ellos de extrema gravedad.

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A pesar del doloroso balance de víctimas, el atentado pudo ocasionar un número incalculable de damnificados. Los terroristas no lograron desarrollar su plan original que consistía en inmolarse, cargados de explosivos, en el Estadio de Francia, en Saint-Denis, mientras se jugaba el partido amistoso de futbol que enfrentaba a la selección francesa con la alemana, bajo la presidencia de François Hollande, Presidente de la República, y del Embajador de Alemania en Francia.

Los agresores no consiguieron entrar en el Estadio y tres de ellos se suicidaron en los alrededores, tras explosionar sus artefactos, produciendo heridas graves o la muerte a 10 personas. El resto de atacantes se dispersó por la ciudad sembrando el terror y la muerte entre los aterrados ciudadanos.

El segundo atentado se produjo en el restaurante Le Petit Cambodge, situado en la rue Bichat, con el resultado de 4 personas asesinadas.

Casi al mismo tiempo, en el bar Le Carillon de la rue Alibert, provocaron un tiroteo que costó la vida a 11 personas.

 El cuarto asalto y el más sangriento se originó en la sala de fiestas Bataclan. En este lugar, cuatro terroristas se atrincheraron con 150 rehenes, durante más de tres horas. La policía consiguió entrar en el local pasadas las 12 de la noche. En ese momento, tres de ellos hicieron estallar sus artefactos adheridos al cuerpo, causando una autentica masacre. El cuarto asaltante fue muerto por disparos de la policía. El trágico acontecimiento se cerró con el resultado de 87 rehenes asesinados.

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Mientras esos sucesos se producían en la sala Bataclan, un tiroteo en la pizzería La Casa Nostra dejaba el saldo de, al menos, 5 muertos.

Hacia las 21,45, se escucharon nuevos disparos en el restaurante Le Comptoir Voltaire, en el Bulevar Voltaire. Allí un terrorista, cuya arma se encasquilló, hizo estallar su chaleco explosivo y se inmoló sin conseguir causar víctimas.

Cinco minutos después, era atacado el bar La Belle Équipe. en la rue de Charonne. Este ataque segó la vida de 19 personas.

La noticia se extendió por el mundo entero, propagando la alarma y la consternación, seguida, de inmediato, por la repulsa de la mayoría de sus habitantes, gobiernos e instituciones

Había motivos. No solo porque las víctimas pertenecían a naciones de los cinco continentes, si no, sobre todo, por la fanática y cruel determinación de los terroristas, la brutalidad del ataque y la indiscriminada ferocidad con qué asesinaron a todas aquellas personas inocentes, cuyo único propósito consistía en el pacífico goce de un fin de semana, tras cinco días de trabajo, o, tal vez, del disfrute de un viaje de placer en la hermosa capital francesa.

Poco a poco, como ramas desgajadas de un árbol herido, seco y triste, fueron llegando las amargas imágenes del funesto suceso. También aquellas que relataban la valerosa reacción de condena de los parisinos, junto a otras muchas, llegadas en su apoyo de todas las partes del mundo. Y al contemplarlas, una viva emoción henchía el ánimo.

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Entre ellas, alguna originaba un especial impacto emocional, como el solemne homenaje de la Nación a las víctimas, celebrado en la explanada de Les Invalides, con el Presidente de la República al frente de todas las organizaciones cívicas, políticas y militares de la nación francesa.

Tampoco puedo olvidar la conmovedora escena que protagonizaron miles de ciudadanos, al evacuar el Estadio de Francia en perfecto orden y cantando su himno nacional, en una admirable demostración de entereza y orgullo patrio.

Y sentí envidia.

En ese momento, no pude evitar compararlas con las que se produjeron en España, tras el fatídico atentado del 11M, en el año 2004, con el resultado de 193 muertos y 1858 heridos.

Y entonces sentí vergüenza.

Porque el ejemplar proceder de los ciudadanos franceses no era una excepción. En todas las naciones donde se ha producido algún atentado de la importancia de este, siempre ha provocado un gallardo efecto de "agrupamiento tras la bandera" de todos sus ciudadanos sin distinción de clases, ideas o religión.

Aquí -por algo somos diferentes- no sucedió lo mismo. El Gobierno, desde un primer momento, atribuyó el atentado a la organización terrorista ETA, como era lógico y lo más probable. Sin embargo, al encontrarse pistas que señalaban la autoría a un grupo islamista, se empecinó en mantener su tesis inicial, en un intento de cubrir las vergüenzas de su gran error político al implicar a España en la guerra de Irak.

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Tres días más tarde debían celebrarse elecciones generales, y la oposición, que hasta entonces aparecía en las encuestas por detrás del partido del gobierno, vio la oportunidad de cambiar el signo de los pronósticos. A tal fin, utilizó todos los medios a su alcance para culpar al gobierno de aquel horrible crimen. por participar en la coalición que provocó la guerra en Irak y atraer así las iras de la yihad islámica.

El día 13 era día de reflexión pero no se respetó. Hubo manifestaciones públicas de repulsa al gobierno, así como multitud de declaraciones adversas de políticos, intelectuales y artistas, junto a abundantes reseñas de reproche en los medios de comunicación.

"Vosotros fascistas sois los terroristas"  fue una de las desdichadas frases que se pudo escuchar en una algarada de acoso a la sede del partido de gobierno.

El siguiente día, el primer partido de la oposición ganaba las elecciones legislativas.

Desde ese día se produjo una profunda fractura social. Se rompió el Pacto Antiterrorista, firmado por el gobierno y la oposición. Las mismas víctimas, sus familiares o representantes se dividieron en dos grupos irreconciliables, y se asociaron siguiendo sus distintas preferencias políticas. Esta división perdura, a pesar de haber transcurrido 11 años desde aquella tragedia.

Tras el cruel atentado y durante los primeros días, se recibieron numerosos comunicados de condolencia y apoyo de todo el mundo civilizado, pero ante el guirigay formado en nuestro País, y sin saber muy bien quién era quién, ni la identidad del verdadero causante, fueron remitiendo hasta quedar en casi nada.

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Así que, mientras aquí se discutía con saña si los promotores del atentado eran galgos o podencos, los autores conseguían alcanzar los objetivos estratégicos expresados en la página web de Global Islamic Media para España:

1.- Provocar un cambio de Gobierno menos hostil.

2.- Conseguir la retirada de las tropas españolas de Irak, motivando, al mismo tiempo, que las acciones punitivas sirvieran para facilitar la de otras naciones.

3.- Todo ello, dirigido a promover el aislamiento de las tropas USA en Irak.

Esa tarea resultó muy fácil para los terroristas.

En efecto, en este País -si digo Nación quizás resulte imprecisa la frase-, desde Viriato, o antes, siempre han habido dos Españas. Y si en algún tiempo fueron más de dos, hemos tenido la gran habilidad de convertirlas en dos, siempre con la condición de que resultaran irreconciliables.

Es posible que la influencia de tantos siglos de mala leche reconcentrada nos hayan provisto de esa innata incapacidad nuestra para la convivencia pacífica, para el uso del diálogo en la solución de nuestros problemas, para el respeto hacia quien no piensa como nosotros y para admitir la cuota de verdad o provecho que puedan tener las ideas de nuestros contrarios.

Por contra, estamos excelentemente dotados para servirnos del encono, el desprecio al orden y las leyes, el rencor, la envidia más ruin, y la aversión o el odio al contrario que, de inmediato, será tenido por enemigo.

Hay más, pero estas "cualidades nacionales" son suficientes para sentirme triste y avergonzado.

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