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5.- LAS LIOSAS PREGUNTAS DE MI NIETO JAVI
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Javi en boxes, escuchando las últimas instrucciones de su mecánico |
Javi, mi nieto, es un chico de 13 años,
despierto, avispado y simpático, que se hace notar allá donde va. Un majo
chaval, vamos.
Su pasión son las carreras de coches y sus
aficiones se reparten entre la escritura, la música -toca el fagot-, y el Real
Madrid, aunque esta se encuentra en un sensible y progresivo decaimiento.
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De vez en cuando me sorprende con alguna
enrevesada pregunta como esta:
-Oye yayo ¿Tú sabes si Dios existe?
-preguntó, con esa sonrisa suya entre pícara y cómplice, ojos abiertos con
mirada expectante de querer saber y cierta vacilación en el tono de su voz.
-¡Caray, Javi! ¡Vaya preguntita! -respondí-
¿Ya le has preguntado esto a tu papi?
-No. Es que, si mi padre sabe más que yo por
ser mi padre, digo yo que tú, que eres su padre, sabrás más que él.
-Bueno, no necesariamente. Pero, en fin, ya
que me has preguntado y me has otorgado esa confianza, intentaré contestarte.
Pero dime: ¿por qué me haces esa pregunta?
-Es que en el cole hay gente que dice que sí
existe y otra que no.
-Pues mira, eso no lo sé yo ni nadie. Es el
secreto mayor y mejor guardado de Dios.
Se puede creer o no en su existencia, pero saberlo a ciencia cierta no. No hay
ninguna evidencia que asegure, sin género de duda, que Él existe.
-¿Entonces? -insistió Javi frunciendo el
ceño.
-Entonces tendrás que espabilar y esforzarte
en hallar motivos para creer o no en su existencia.
-¡Pero cómo! -exclamó, impacientándose.
-Verás, la creencia es un sentimiento que está
por encima de lo entendible, aunque no de lo razonable. Quiero decir, que
aunque se trata de un sentir sustentado en la fe, debe ser compatible con la
razón.
-No me entero de nada, yayo. ¿Tú por qué
crees?
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-¡Ah, a eso si te puedo responder sin ningún
problema! Pero, aparte de lo que te puedan decir en tu clase de Religión o el
cura de tu parroquia, te daré mi impresión personal sobre este asunto. Verás,
yo creo en la existencia de Dios porque me conviene creer en ella.
-¿Y cómo es eso?
-En primer lugar, la creencia en la
existencia de Dios, un ser omnipotente, infinito e intemporal, extiende el horizonte
de mi pensamiento más allá de cualquier límite. Lo contrario me empequeñecería hasta
hacerme sentir un nano-elemento del Mundo y su Naturaleza y, no digamos, del mismo Universo entero.
-Segundo: la existencia de Dios permite que
pueda explicarme lo inexplicable, al menos mientras los científicos o
pensadores encuentran las respuestas apropiadas para resolver mis dudas
existenciales.
-Tercero: la figura de Dios y sus
consecuencias, (otra vida después de esta, por ejemplo) me proporciona una
proyección eterna que me agrada y conviene. Si la rechazo, vuelvo a limitarme
hasta convertirme en un soplo de vida entre los siete millones y pico de años
de la existencia del hombre sobre la Tierra. Me sentiría como una
"mierdilla" y a mí, por el mismo precio, me gusta considerarme como alguien
importante.
-Cuarto: Creo en la existencia de Dios, y
otro de sus efectos, como es ser el creador de todo lo que existe, porque no
encuentro disparidad o incongruencia entre esta afirmación y el contenido de lo
que la ciencia sabe sobre la creación del hombre y del Universo.
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-Quinto: La creencia en la existencia de Dios
me ayuda a ser más y mejor persona.
-Sexto: Me parece que si Dios existiera, las
cosas de este Mundo y las del Universo donde se encuentra serían más o menos
como son ahora.
-Séptimo y último: Acepto de buena gana la
existencia de Dios, porque es la única opción que no me va a defraudar. En
efecto, si muero y no hay nada después, no quedaré decepcionado por la sencilla
razón de que no me enteraré. Por contra, si no crees en Dios, ni en otra vida,
vives ajeno a él y te saltas sus preceptos ¿te imaginas si, al morir, te
encuentras que sí lo hay? ¡La habrás cagado, chaval!
He terminado mi discurso y veo a Javi
pensativo y meditabundo. Tengo la impresión de que no ha digerido del todo una
argumentación tan subjetiva como la mía.
-Bueno, ¿qué me dices? ¿Estás de acuerdo o no
en lo que te he dicho? -le pregunto.
-Más o menos...No estoy seguro -contesta
con marcado tono de duda, aunque en seguida se le ilumina la mirada y añade-
pero... voy a creerte porque me conviene.
Era digno de ver la pícara sonrisa de pillo
con que pronunció esta última frase, al tiempo que esquivaba la cariñosa
colleja que le lancé en represalia a la avispada guasa que encerraba su
respuesta.
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