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EL CIELO.
Los
niños de hoy aterrizan en este mundo con una curiosidad sin límites. Quieren
saber, pero necesitan hacerlo razonadamente. No admiten respuestas como:
"porque lo dijo fulano" sea cual sea la autoridad de éste. O bien:
"porque está escrito en tal libro" por muy relevante que sea.
Recuerdo
que estos imprecisos argumentos eran suficientes para aplacar nuestro deseo de
conocer temas delicados, allá por los años cuarenta del siglo pasado. Hoy ya no
valen.
Esto
viene a cuento por la pregunta que me ha lanzado mi nieto Andrés -alias
Andrews- de ocho años.
Es
esta: Oye yayo ¿Cómo supieron las
personas que Dios estaba en el cielo?
¡Casi
nada! No me negaran que esta pregunta se las trae.
Andrés,
con sus 8 años, hace nada que ha sufrido la desilusión de saber que los Reyes
Magos y el Ratoncito Pérez son un escandaloso invento de los mayores. Está, y
con razón, más que resabiado y ya no acepta ninguna proposición fundada en la
autoridad de quien se la hace.
¡Vaya
un papelón que me ha caído! Necesito meditar mucho la respuesta. No vale
cualquiera, ni tampoco salirme por la tangente para cubrir de cualquier modo el
expediente. A su vez, deberá resultar asequible a la capacidad de entendimiento
correspondiente a su edad. ¡En menudo charco me he metido!
Verás,
Andrés, lo primero que debes entender es la diferencia que existe entre cielo y
Cielo.
El
cielo, o firmamento, es ese espacio etéreo, diáfano y azulado que rodea la
Tierra, donde vuelan pájaros y aviones,
corren las nubes y andan las estrellas. Es algo tangible y visible, es decir,
material. Aunque su dimensión sea desconocida para nosotros, pues se extiende
hasta los ignotos límites del Universo.
El
Cielo de define como la morada de Dios, los ángeles, los santos y los justos.
Debido a Su naturaleza debe ser
inmaterial, invisible y su situación ignorada. Por pura lógica, aunque sin
ninguna seguridad por falta de conocimiento, el Cielo debería estar situado en
una dimensión, tan distinta a las que conocemos los humanos, que ha de resultar
inimaginable para nosotros.
Como
ves, nos encontramos ante dos mundos muy diferentes. El material, que se puede
ver y tocar, es decir, el nuestro, donde vivimos, y el inmaterial o espiritual
que no se puede ver ni tocar. Tampoco
sabemos dónde se encuentra, por dónde anda, ni cuál es su verdadera
naturaleza.
Ahora
debes entender la diferencia que existe entre conocimiento y creencia.
Los
conocimientos corresponden a todo lo que sabemos o podemos llegar a saber de
ese mundo material donde nos encontramos los humanos.
Las
creencias pertenecen a este otro mundo espiritual que no se puede ver, tocar o
medir, solo imaginar, suponer o admitir, es decir, creer lo que nos propongan
otros, revestidos con la adecuada autoridad.
Entonces,
te preguntarás cómo saber a quién creer sobre un hecho espiritual, si no se
puede conocer, a ciencia cierta, nada en concreto de esa proposición.
Muy
fácil. Se trata de comprobar si esa creencia propugna el bien y/o conduce a él.
Recuerda
bien esa frase, pues te puede servir para cualquier otra situación de tu vida
futura. Si alguien te dice algo que contradice ese principio no le hagas ningún
caso. Aunque te lo diga tu abuelo.
Nosotros
-y tú en particular- disponemos de un conjunto de creencias que componen una
religión, la Católica, fundada en la doctrina de Jesucristo, que encaja bien en
esa definición que yo te he dado. Por eso tus ancestros, tus tatarabuelos,
bisabuelos, abuelos y padres han creído y creen en ella.
Después
de esto volvemos a tu pregunta inicial.
¿Cómo supieron las personas que Dios
estaba en el cielo?
Pues
bien, las primeras personas que pensaron en Dios, muchos siglos antes de que
naciera Jesucristo, situaron su casa en el cielo, más allá de las nubes, por la
sencilla razón de que era evidente que no estaba en la Tierra -nadie lo había
visto por aquí- y no podían imaginar otro lugar más adecuado donde vivir sin
que le vieran: si no estaba en la tierra, estaría en el cielo. Además disponían
de muy pocos conocimientos de Astronomía y, por lo tanto, ignoraban la inmensidad
y el funcionamiento del Universo.
Hoy
ya se sabe que la morada de Dios no está en el cielo, sino en el Cielo, un
lugar inmaterial, como corresponde a la naturaleza divina, que nadie sabe cómo
es ni dónde se encuentra.
Se
ha mantenido la misma palabra para los dos distintos criterios por tradición y
porque el cambio de la significación de un concepto a otro fue muy lento.
Resumiendo:
Las personas nunca han podido saber, a ciencia cierta, dónde está Dios. La
Religión nos lo puede explicar, pero eso no es un conocimiento sino una
creencia, como te he comentado.
Espero
haber podido responder bien a tu pregunta y, al mismo tiempo, aclarar los
conceptos que la componen. Y si algo no entiendes, aquí me tienes para
esclarecerlo.
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