Monumental
panteón de D. Víctor Emilio Estrada Sciacaluga.
Sorprende el gran caudal de interesantes
y, con frecuencia, fascinantes historias, hechos y leyendas que se esconde tras
cualquiera de los apellidos que hemos recibido de nuestros antepasados.
Cierto que en todos ellos hay sombras y
luces, pero dejemos en la merecida oscuridad del olvido a los primeros y
celebremos las brillantes historias de los segundos.
Pero aquí y ahora, es mi deber
aprovechar estas líneas para rendir un afectuoso homenaje a tantos anónimos
predecesores, que jamás verán su vida relatada en crónica alguna. Tampoco
obtendrán ninguna huella o recuerdo de su paso por este mundo. Y, sin embargo,
componen esa mayoría silenciosa que, con tesón, trabajo y dedicación a los
suyos, han propiciado que hoy nos encontremos entre los afortunados que
obtuvimos la maravillosa gracia de nuestra existencia,
Para todos y cada uno de ellos, mi
agradecimiento, mi afecto y mi más profunda admiración.
Debo confesar que nunca me había
interesado conocer el origen de mi apellido y, mucho menos, indagar sobre la
vida de mis antepasados. Es posible que la razón de esta despreocupación fuera
debida a que no tuve la suerte de conocer a mis dos abuelos. Mi horizonte de
ascendencia no pasaba de mis padres.
Pero un buen día, ya jubilado, recibí,
de un buen amigo, un interesante artículo aparecido en el diario local de
Huesca que, bajo el título de “Nuestras raíces” describía la genealogía del
apellido Bistué, desde el primero hasta nuestros días, a través de su línea
primigenia.
Sentí como una sacudida interior, que me
condujo a sumergirme en aquellas breves historias y, espoleado por una
curiosidad insaciable, buceé en crónicas y textos hasta concretar alguna de
ellas.
De este modo, logré almacenar
información sobre los tres antepasados más notables, a mi juicio, y conformar
una trilogía con estas tres novelas históricas: “Infanzones del Sobrarbe”,
historia del primero de la saga, Joan de Bistué, que ganó título y blasón a
golpe de espada contra la morisma, durante los primeros años del siglo XI. El
segundo libro, “Almogávares, Lobos hambrientos en Oriente” narra la historia de
Raymundo de Bistué, que luchó en Túnez, Sicilia, Anatolia y Grecia, para
terminar su andadura fundando las ciudades de Bistue Vetus y Bistue Nova, en
tierras de lo que hoy es Bosnia, durante el siglo XIII. El tercero, “Con Fuego
en las Entrañas”, trata la vida de Valero de Bistué, héroe en la lucha contra
el ejército invasor de Napoleón, participando en casi todas las batallas
importantes ocurridas en Navarra, Aragón y Cataluña, incluidos los dos
terribles y heroicos Sitios de Zaragoza.
Han transcurridos unos pocos días, desde
que mi hijo Guillermo me relató la curiosa leyenda que pesaba sobre Víctor
Emilio Estrada y Sciacaluga, uno de los antepasados del novio de su hija,
Un nuevo reto se alzó sobre el teclado
de mi ordenador. Y no lo rechacé. Tenía que saber más sobre aquella distinguida
familia Estrada.
ORIGEN: El origen del apellido Estrada, se
pierde por entre la bruma de las primeras páginas de la Historia de España. Y,
por tanto, su misma excepcional antigüedad habría de provocar una variedad de
hipótesis sobre la procedencia de este apellido.
Se especuló tanto sobre la nacionalidad,
como sobre la época de su fundación. Algunos historiadores señalaban a
Portugal, Alemania o Italia como probable ubicación de su origen. Pero para los
estudios más serios, realizados por los expertos más reputados, los Estrada
tuvieron su origen en una remota aldea
de Astúrica, en la provincia romana de Gallaecia.
En efecto, Estrata, septima mansio
de la calzada romana Via Maritima de
Agripa, viene señalada en la hoja correspondiente a Hispania de la Tabula
Peutingeriana. (siglo I d. C) Estaría ubicada en las inmediaciones de la actual
municipalidad de Val de San Vicente, en el extremo oeste de Cantabria, que, en
la Edad Media, perteneció al reino de Asturias.
El gran genealogista Sota así lo afirma
y niega cualquier otro origen distinto al del Val de San Vicente en Cantabria:
“Entiendan así su letrero los de Estrada
y, teniendo tan alto y cierto su origen en su tierra, no le busquen engañados,
incierto y fabuloso en la ajena”
Los romanos construyeron una
impresionante red de calzadas que cumplían una doble misión. Por un lado
permitían un rápido traslado de tropas con todo tipo de impedimenta. Y, por
otro, facilitaban un pronto y seguro transporte de toda clase de mercancías. La
Via Maritima se extendía a lo largo
de toda la cornisa cantábrica, a fin de comunicar las explotaciones mineras del
norte de Hispania. La calzada de Peña Cutral, uno de cuyos ramales partía de
Estrata, conduciría los minerales obtenidos a través del valle del Ebro hasta
los puertos del Mediterráneo Tarraco, Barcino y Emporion, a través de
Calagurris y Cesar Augusta.
Pero, Adrián, el primer Estrada conocido,
aparece a finales del siglo VIII. A pesar de que debió ser un personaje notable
en su época, muy pocos datos se conocen de su persona, y todos ellos se
refieren a hechos acaecidos durante sus últimos años de vida.
En el año 770, reinando Aurelio en
Asturias, sucedió un hecho que bien puede calificarse como el primer conflicto
social de la historia hispana. Los siervos se levantaron en armas,
protagonizando una cruenta revuelta contra los señores feudales, en amplias
zonas del reino. Aurelio ordenó una gleba en las regiones en calma, entre ellas
la que comprendía el Val de San Vicente, para armar un ejército y sofocar la
insurrección.
No es descabellado pensar que Adrián,
que contaría con unos 16 años en aquella fecha, sería alistado, seguramente por
disponer de humilde origen, en el ejército real. El Rey Aurelio acabó con la
revuelta, aunque murió cuatro años después debido a una grave enfermedad.
Aurelio fue sucedido por Silo (774 –
783) Su reinado coincide con el de Abderramán I, fundador del Emirato
independiente de Córdoba y con Carlomagno en Francia, primer Emperador del
Sacro Imperio. Reinó en paz con los musulmanes que ocupaban el resto de España,
aunque tuvo que reprimir una insurrección armada en Galicia. El ejército
rebelde fue derrotado en la batalla de Montecubeiro (Lugo)
En el año 783, aparece la primera
referencia sobre Adrian de Estrada.
Al parecer, durante estos trece años,
Adrián se habría convertido en un
diestro y capaz guerrero, al figurar en las crónicas de los avatares sucesorios
ocurridos tras la muerte del Rey Silo en el año 783.
En aquel tiempo, el Rey era elegido por
los nobles, entre los miembros de familias de condición Real, de acuerdo con la
tradición goda. Sucedió que Andosinda, viuda de Silo, y un grupo de nobles
nombraron sucesor a Alfonso II, hijo de Fruela I y sobrino de la viuda del rey
fallecido. Sin embargo, Mauregato, hijo ilegítimo del Rey Alfonso I, tras
lograr el apoyo de otro grupo de nobles, destituyó a Alfonso y se proclamó Rey
de Asturias.
Alfonso, temiendo por su vida, huyó a
Álava, seguido por una escolta de fieles. Entre ellos se hallaba Adrián de
Estrada, que sería ya un curtido hombre de armas de 29 años. Se inicia así una
gran amistad con Alfonso, que duraría hasta la muerte del depuesto monarca en
el año 842.
Fue Mauregato monarca, de mal recuerdo,
durante los años 783 y 789. A pesar de tan corto reinado, se permitió ocasionar
un sinfín de bellaquerías. Entre ellas, se le atribuye el conocido como “tributo
de las cien doncellas” a Abderramán, en pago a su ayuda. Tantas debieron
ser que le hicieron merecedor a este
grabado en su tumba: “Hic iacet in Pravia
qui prabus fuit”. Aquí yace en Pravia, quien depravado fue.
A su muerte fue elegido rey Bermudo I,
hermano de Aurelio y sobrino de Alfonso I. Era diácono y poco apegado a la cosa
terrenal, de manera que, tras sufrir una gran derrota en la batalla del rio
Burbia, contra las tropas del Emir de Córdoba Hisham, renunció al trono, en el
año 791, para continuar con su vocación eclesiástica.
Al conocer la renuncia de Bermudo,
Alfonso II regresó a Asturias, donde fue nombrado Rey, por unanimidad, en esta
ocasión.
Uno de sus primeros actos de gobierno
fue conceder el título de Barón del Rey, máximo honor en aquel tiempo, a Adrián
de Estrada, “,,, en pago a un gran servicio
prestado al Rey ...” No se
especifica la clase de tal servicio, aunque cabe sospechar que le salvó de
grave apuro o situación en la que peligrara su vida. En aquel tiempo, el Rey
administraba el poder en nombre de Dios. Era Él quien podía disponer de su
vida, no cualquier mortal. Por esta razón, no suele aparece en crónicas o
edictos la circunstancia de que alguien salvara la vida del Rey. Siempre será la
Providencia la que dispone de tal o cual actuación.
Además, le concedió, para él y sus descendientes
el dominio de todas las tierras que pudiera avistar desde lo alto de un peñasco
cercano a la aldea en donde nació.
Torre
de Estrada, en proceso de reconstrucción
En aquel lugar, Adrián construyó su casa
fortificada, durante los últimos años del siglo VIII. Todavía quedan restos de
la primera edificación. Fue reconstruida en el siglo XII, en el que se le
añadieron las actuales murallas y, en el siglo XIII, una capilla de estilo románico
tardío. Durante el siglo XIV la torre fue mejorada, añadiéndole nuevas
construcciones, tanto obras defensivas como estancias habitables. En el siglo
XIX fue abandonada y sufrió de rapiña, sirviendo como refugio de bandoleros,
vagabundos y mendigos, hasta quedar en total ruina. En el año 2005, su actual
propietario, el Conde de la Vega del Sella, la donó por 100 años a la
municipalidad, lo que permitió a esta acometer su reconstrucción.
Su lema: “Yo soy la casa de Estrada, fundada sobre esta peña, más antigua que
Velasco, y al Rey no le debo nada”. Velasco era una de las casas más
antiguas de Cantabria, en aquel tiempo perteneciente al reino de Asturias.
Más tarde, en 1188, la casa de Estrada
obtuvo escudo de armas, que figuraba sobre la puerta de entrada a la torre.
Desgraciadamente, el escudo desapareció durante los muchos años en que sufrió
abandono, aunque queda testimonio de su existencia y hechura.
Las Crónicas albeldense y sebastianense,
citan y distinguen a Adrián en las batallas de Lutos, Narón y Anceo, ganadas a
los musulmanes.
PRIMER ESTRADA EN OBTENER ESCUDO DE ARMAS:
Nos encontramos a finales del siglo XII. González Fernández de Estrada,
descendiente por vía directa de Adrián, recibe el delicado encargo del Rey
Alfonso VIII de Castilla de trasladar a su hija Berenguela hasta Alemania. Así
mismo, debería intervenir en las capitulaciones, previas a los esponsales con
Conrado, hijo del Emperador Federico I, Barba Roja, de manera que se cumplieran,
en su total medida, los acuerdos previos pactados entre los dos monarcas.
La misión se llevó a cabo a completa
satisfacción de las partes y el Emperador le otorgó blasón, consistente en un
águila coronada en sable sobre campo de oro.
Era el año 1188 y aunque, más tarde,
miembros de otras ramas de la casa Estrada obtuvieron sus correspondientes
escudos de armas, todos los especialistas en Heráldica consideran este como el
más antiguo concedido.
El escudo superior corresponde al
que figuró en la Torre de Estrada, hasta su expoliación.
PRIMER ESTRADA EN PISAR
TIERRA DE ECUADOR: De
hecho Bartolomé Ruiz de Estrada fue el primer europeo en explorar las costas de
Ecuador y asentarse en este país, que perteneció al Virreinato de Perú, durante
muchos años. Su vida se extendió desde el año 1482 al 1532.
Embarcó en el cuarto viaje a América de
Cristóbal Colón, pilotando la nao Gallega, en el 11 de mayo de 1502, a la edad
de 20 años. A las órdenes del Almirante, recorrió las costas de Centroamérica
con la misión secreta de encontrar un paso o estrecho que permitiera a los
barcos españoles alcanzar el Océano Pacífico.
Desde 1500, se tenía conocimiento de la
existencia de un desconocido mar, tras las tierras americanas. El capitán
Andrés Contero, descubridor y gobernante español en tierras americanas, lo
había avistado desde un acantilado. Habrían de transcurrir 13 años para que
Vasco Núñez de Balboa consolidara el descubrimiento.
El
gran marino portugués, Vasco de Gama, había llegado ya a las Indias
Orientales bordeando el continente africano, y doblando el cabo de Buena
Esperanza. Encontrar un paso hacia Oriente, a través de las tierras americanas,
anularía la inicial ventaja portuguesa.
No obtuvo éxito el Almirante. Tras
recorrer las costas de Centroamérica en vano, abandonó el principal objetivo de
su viaje, para obtener algún beneficio,
en oro, plata o perlas, que lo justificaran, en una zona del actual Panamá,
todavía sin colonizar, en la que algunos indígenas le habían hablado de la
existencia de grandes riquezas.
En efecto, allí encontró indígenas
amigables que le proveyeron de alimento, oro y plata. Sin embargo, los
continuados desmanes provocados por parte de sus hombres, ocasionaron un fuerte
enfrentamiento armado que supuso la pérdida de varios hombres y la posterior
retirada de los supervivientes a los barcos.
Decidieron
entonces regresar a zona colonizada, pero los barcos estaban ya en muy malas
condiciones. La podredumbre y la acción de los moluscos fitófagos tenían a los
cascos haciendo agua por mil sitios.
El barco de Bartolomé naufragó en medio
de una tormenta, salvando la vida de milagro, ya que navegaba junto a la nave
del Almirante. Llegaron a duras penas a Jamaica, todavía sin colonizar, dos
barcos que acabaron encallados en la costa,
Después de mil peripecias, fueron
rescatados por una carabela enviada desde La Española, tras haber enviado Colón
una barca de remos, para dar noticia de su desdichada situación.
De los 110 supervivientes de la fallida
aventura, 72 decidieron regresar a España. Y lo hicieron nada más que con lo
puesto. Finalizaba el año 1504.
Bartolomé regresó a su pueblo de Moguer
con las manos vacías, pero con el carácter endurecido y un caudal inmenso de
experiencia y conocimientos. Pronto renació en él aquel irrefrenable deseo
juvenil de aventura y buscó el modo de volver a tierras de América. Después de
mucho porfiar, puesto que sobre los integrantes de la misión fallida de Colón
cayó el estigma de fracasados, consiguió enrolarse, junto a su hijo y un hermano, en la expedición de Pedro Arias
Dávila de 1514.
Pedro Arias, afamado y duro militar,
había sido nombrado Gobernador y Capitán General de Castilla de Oro, un
territorio que comprendía Nicaragua, Costa Rica, Panamá y la costa norte de
Colombia. Bajo su mando, Bartolomé patrulló las costas de todos estos territorios
en numerosas ocasiones, capitaneando su propio barco.
El descubrimiento del “Mar del Sur” –el
Océano Pacífico-, abrió la navegación a los marinos españoles por estas aguas,
desde Panamá hasta Perú. En aquel tiempo, Bartolomé era ya un marino afamado
por su conocimiento de los mares y la destreza en su navegación.
En diciembre de 1525 se unió a la
empresa de Pizarro que trataba de hallar fama y riquezas en las tierras del
Pacífico al sur de Colombia.
Francisco de Pizarro había iniciado su
aventura el 14 de noviembre de 1524. Después de un año de penalidades sin
cuento, hambre, enfermedades y bajas producidas por indios hostiles, explorando
la costa colombiana, sin hallar nada de provecho, se encontraba refugiado en
Chochama, a la espera de refuerzos.
Estos llegan mandados por su socio
Almagro que ha conseguido la valiosa colaboración del notable marino Bartolomé
Ruiz de Estrada y el artillero Pedro de Candía. Son dos naves y 110 hombres,
que sumados a los que le quedan a Pizarro hacen una fuerza de 160 soldados.
A principios del 1526, se hacen a la mar
y navegan rumbo al Sur hasta llegar al río San Juan. Allí deciden que Almagro
regresara a Panamá en busca de más víveres y refuerzos. Bartolomé recorrería la
costa más al sur, en preparación de la próxima expedición y Pizarro, mientras,
se dedicará a explorar el río San Juan y sus afluentes.
Es así como Bartolomé llega a las costas
de lo que hoy es Ecuador. Descubre la isla del Gallo, cerca de la actual
frontera de Colombia con Ecuador y recorre toda la costa ecuatoriana, hasta
llegar al golfo de Guayaquil y la ciudad de Tumbes. Es un acontecimiento
histórico: Un Estrada es el primer europeo en pisar tierra de Ecuador.
Encuentra allí indígenas amigables, ataviados con adornos de oro y plata. Tras
recoger muestras y alimentos, regresa a río San Juan con evidencias de que el
país poseedor de grandes riquezas existe y se encuentra ya cercano.
En aquel inhóspito lugar, encuentra a
Pizarro y su tropa diezmada por las enfermedades, la falta de alimento y los
enfrentamientos con los indígenas hostiles. Deciden resguardarse en la isla del
Gallo, descubierta por Bartolomé. Almagro había regresado a Panamá para reparar
las naves y juntar nuevos refuerzos.
En la isla, cunde el desánimo entre la
gente. Han pasado dos años y medio de penalidades sin cuento y ningún resultado
obtenido. Eran 80 hombres flacos y endebles. 20 de ellos no alcanzaban a
tenerse en pie.
En Panamá, el Gobernador, avisado de la
penosa situación de la gente, da por concluida la aventura de Pizarro, anula el
permiso de exploración, y envía un barco para rescatar a la tropa superviviente.
La llegada del barco de rescate provoca
el alborozo de los soldados. Por fin,
acabaron las penalidades. Regresarán vivos de aquella terrible pesadilla.
Es entonces cuando se produce el
conocido suceso de “Los Trece de la
Fama”. Pizarro traza una raya en la arena con su espada y clama: “Por allí
está el deshonor y la pobreza, por aquí la gloria y la riqueza. Elija el buen
castellano lo que mejor le estuviere”.
Bartolomé fue el primero en cruzar la
raya y con él doce valientes más. El resto embarcó hacia Panamá. Lo hizo
también el de Estrada con la misión de volver con nuevos refuerzos.
Ya en Panamá, Bartolomé, Almagro y
Luque, el socio financiero de la expedición, lograron convencer al nuevo
Gobernador, Pedro de los Ríos, para que renovara el permiso de exploración.
Cinco meses después un barco mandado por Bartolomé llegó a la isla Gorgona –al
norte de la isla del Gallo-, donde se había desplazado Pizarro y sus doce
acompañantes,
De inmediato, Pizarro ordenó zarpar y
poner rumbo al sur hasta llegar a Tumbes. En esta ocasión, el viaje fue rápido
y sin incidentes. Eran aguas conocidas, gracias a la meticulosa exploración que
Bartolomé había realizado anteriormente.
En ese lugar, Pizarro dio comienzo a la
conquista del Perú. Bartolomé regresó, una vez más a Panamá, con la misión de
siempre: traer de vuelta los refuerzos acopiados por Almagro y Luque.
Durante el año 1529, Pizarro regresó a
España a fin de gestionar los derechos de conquista ante el Emperador Carlos.
Las capitulaciones se firmaron el 26 de Julio de 1529. En ellas se concedía a
los trece de la fama el nombramiento de Hidalgos y Caballeros de la Espuela de
Oro. A Bartolomé Ruiz de Estrada se le otorgó el nombramiento de Regidor
Perpetuo de Tumbes.
Al parecer, Pizarro agrandó su figura y
méritos ante el Emperador, en detrimento de sus otros dos socios y del mismo
Bartolomé. Este, molesto por el tratamiento recibido, rompió su amistad con el
conquistador y abandonó la empresa.
Pero como en 1530, ya se conocían las
enormes riquezas que acumulaba el Imperio Inca, Almagro, después de mucha
insistencia, convenció a Bartolomé para
que se uniera a participar en la aventura peruana. Allí había un inmenso
territorio y riquezas, suficientes como
para colmar la ambición y bolsa de más de un conquistador, argumentó.
En 1532, Bartolomé y Almagro, se
hicieron a la mar con tres naves.
Transportaban una importante tropa de
280 hombres y 12 caballos. Arribaron a Tumbes con buen tiempo y sin incidentes.
No era extraño, Para Bartolomé, navegar por aquellas aguas era igual que
embarcarse en un viaje de recreo. Tal era su conocimiento y dominio de costas,
corrientes y vientos desde Panamá a Tumbes.
Desde allí, se trasladaron a Piura y
Cajamarca, donde Bartolomé murió de malas fiebres a la edad de 50 años. Así
acabó la historia de uno de los más grandes marinos de su época.
MARTÍN LÓPEZ DE ESTRADA. UN
HEROE EN ROCROI:
Martín era alférez en el tercio del General Villalba. Era lo que se conocía
como un soldado “viejo” o veterano del tercio de Flandes. Había intervenido en numerosos enfrentamientos, tanto en los Países
Bajos, como contra los ejércitos del rey francés, Luis XIII. Durante estos
combates había demostrado valor, destreza e iniciativa, atributos que le
hicieron medrar en su tercio, desde cabo, hasta alférez, pasando por sargento.
Eran los primeros días de mayo de 1643,
el Rey de España, Felipe IV, decide invadir Francia desde Bélgica, a fin de
aliviar la presión que los ejércitos franceses están aplicando en Cataluña y el
Franco Condado.
Al mando de un ejército de unos 27.000
hombres y 18 cañones, el Capitán General de los Tercios, el portugués Francisco
de Melo, decide tomar la plaza fuerte de Rocroi defendida por solo 500 hombres.
Por parte francesa, su reacción fue
inmediata y poderosa. Un ejército de proporciones similares al español, que se
había preparado para dar un golpe definitivo al Franco Condado, custodiado por
los españoles, cambió de objetivo y se dirigió a marchas forzadas hacia Rocroi.
La tropa estaba mandada por el joven Duque de Enghien de 21 años.
El resultado del encuentro entre los dos
ejércitos, es muy conocido. Terminó en un auténtico desastre para los tercios
españoles, tenidos por imbatibles hasta entonces. Las claves de la derrota
española fueron: por un lado la audacia y deseos de gloria del joven Duque, que
supo mover sus tropas con arrojo y oportunidad, y de otro, la exagerada
prudencia estática de De Melo.
Ocurrió, que De Melo, al conocer que un
ejército francés se le venía encima, pidió refuerzos al general Jean de Beck,
que guardaba la frontera belga con 4.000 infantes y 1.000 jinetes. De Melo
confió la victoria a la llegada de la tropa de refuerzo.
Por el contrario, el joven Duque, al
conocer, por los espías, la inminente llegada de refuerzos españoles, se
apresuró a iniciar el combate, y no cejó en sus ataques, con el fin de
anticiparse a su llegada.
La disposición de la tropa española era
la clásica de los Tercios de Flandes, que tantos días de gloria había
proporcionado a España.
En vanguardia los cinco tercios
españoles. La retaguardia estaba compuesta por dos Tercios italianos y otros
dos valones, gente menos ducha en combate. La caballería española del Duque de
Alburquerque protegía el flanco izquierdo, y la alemana el flanco derecho. La
artillería al frente, protegida por la vanguardia española.
De madrugada, Enghien ordenó la primera
carga de caballería, con resultado catastrófico para los franceses, Camuflados
en un sotillo lateral De Melo había dispuesto 500 arcabuceros que, junto a la
artillería propia, hicieron fracasar la ofensiva francesa y sus jinetes
tuvieron que retirarse con gran desorden.
Allí debió terminar la batalla con
victoria total española, si De Melo hubiera ordenado un contraataque con toda
su fuerza. Nadie hubiera podido pararla. Sin embargo, el Capitán General
consideró más prudente esperar a la llegada de loa refuerzos para jugar sus
cartas.
Mala decisión. El de Enghien eliminó a
los arcabuceros con facilidad, pues estaban separados del resto de la tropa,
sin protección alguna. Después realizó una maniobra tan audaz como arriesgada.
Atacó el flanco izquierdo español con toda su caballería y buena parte de su
infantería. Así pudo destrozar a la caballería de Alburquerque y atacar la
retaguardia española, la parte más débil de la composición de aquel ejército.
De nuevo, en aquel momento hubiera
podido acabar la batalla con victoria aplastante de España. La caballería
alemana atacó el flanco izquierdo francés, que desprotegido por la audaz
maniobra de su general, creó la confusión en el grueso de la tropa francesa y
permitió que los alemanes se apoderaran de la artillería.
Sin artillería y con el Duque de
Enghien y la caballería combatiendo en el otro extremo
de la batalla, hubiera resultado un juego de niños acabar con el grueso del
ejército francés, si De Melo hubiera tomado la decisión correcta: atacar con
todo lo que tenía. Pero, obsesionado con la idea de la llegada de refuerzos
para iniciar la ofensiva, no hizo lo que debía. Demasiada prudencia.
Sin embargo, Enghien no se lo pensó dos
veces. Atravesó las líneas españolas entre la vanguardia y la retaguardia, dejó
a la infantería que llevaba, atacando a los tercios de italianos y valones y él
pasó con toda la caballería, del flanco izquierdo español al derecho. Atacó a
la retaguardia de la caballería alemana que, pillada por sorpresa -jamás
hubieran supuesto que el de Enghien apareciera por ese lugar-, quedó
destrozada.
En un momento, la suerte de la batalla
da un giro de 180 grados. El francés recupera la mayor parte de las baterías y
los españoles quedan sin la protección de la caballería. Los Tercios de la
retaguardia han sido diezmados y huyen hacia la frontera belga.
Los cinco Tercios españoles forman un
cuadro erizado en picas y mosquetes y se aprestan a resistir, hasta que
aparezcan los refuerzos que ya no pueden estar muy lejos.
Pero los refuerzos nunca llegarán, De
Beck se ha topado con los restos de la caballería de Alburquerque y de los
Tercios en fuga, considera que la batalla estaba perdida y decide darse la
vuelta para preparar la defensa de la frontera belga, del posible acoso del
ejército francés.
Los españoles todavía resisten tres
nuevas cargas francesas. En la primera, el de Enghien está a punto de perder la
vida, Varios tiros de arcabuz matan a su caballo y un proyectil abolla su
coraza. En la segunda, las baterías españolas quedan mudas. ¡Han agotado la
munición!
Sin refuerzos, caballería ni cañones, la
derrota española era cuestión de poco tiempo. En la tercera carga quedan
deshechos tres de los cinco Tercios. Sin embargo, recomponen el cuadro con los
Tercios de Garciez, Villalba y los restos de los demás y se aprestan a una
defensa a ultranza.
El Duque de Enghien, que todavía teme la
llegada de los refuerzos, ofrece a los españoles una rendición honrosa: podrán
ir a sus cuarteles, marchando en formación con sus armas y banderas.
El Tercio de Garciez acepta, pero en el
de Villalba, se adelanta el Alférez Martín López de Estrada, y espada en alto
grita: ¡Un soldado español del Tercio no
se rinde. Vence o muere! ¡A mí, solo los valientes! A continuación se colocó en primera línea,
seguido por su gente y el resto del Tercio, prestos a vender cara su vida.
Duró poco. En la siguiente carga
francesa, un lancero acertó a colocar una lanzada en la coraza de Martín. El
hierro resbaló sobre ella y fue a clavarse en la garganta del héroe. Muerte
instantánea. Muerto el de Estrada, decayó el ánimo del resto de la tropa y
decidieron aceptar las honrosas condiciones que ofrecía el Duque de Enghien.
Allí terminó la batalla. Eran las 9 de la mañana del día 19 de mayo de 1643.
Pero el grito de Martín López de
Estrada, no resultó inútil. Quedó grabado a fuego en el ADN de los tercios
españoles, y ha llegado hasta nuestros días, en el glorioso y laureado Cuerpo
de los Tercios de la Legión.
Ahora celebro haber relatado el
desarrollo de la batalla, con el suficiente detalle, como para entender que
toda empresa, grande o pequeña, necesita una dirección, individual o colectiva,
capaz y resolutiva. En caso contrario, aquella puede llevar al desastre al
mejor de los equipos.
PRIMER MARQUÉS DE CASA
ESTRADA: Don
Jerónimo de Estrada y Nava era un capitán del cuerpo de Ingenieros y
Construcciones Militares, con numerosas obras defensivas a sus espaldas. Se había
forjado una cierta fama de buen constructor en las obras militares realizadas
por la cornisa cantábrica, los Pirineos y la costa mediterránea.
Sucedió en 1697 que los piratas
franceses Pointin y Ducasse, guiados por el inglés Morgan, asaltaron la ciudad
de Cartagena de Indias, en Colombia y, bien gracias a la convivencia con el Gobernador o a su desidia, lograron entrar hasta el corazón de la ciudad,
reunir un gran botín y perderse en el Océano, en una operación casi fantasmal.
Enojado el rey Felipe V, por la
facilidad que habían encontrado los piratas en su ataque, envió a Don Jerónimo
a Cartagena para que revisara las defensas de la ciudad y corrigiera los
defectos que pudiera hallar.
A su regreso, y tras presentar ante el
Rey los planos de las obras realizadas, quedó éste tan satisfecho, que le
otorgó el título de Marqués de Casa Estrada, en 1704. Don Jerónimo fijó su
residencia en Cádiz, pero no pudo evitar la añoranza por la tierra que le vio
nacer e hizo construir un palacio en el concejo de Bimenes, Asturias. Este
palacio todavía existe y puede ser visitado.
Pronto quedaría demostrada la bondad y
eficacia de las defensas construidas por Don Jerónimo. En 1741, la ciudad fue
sitiada por el almirante Edward Vernon, al mando de una flota de 186 navíos y
28.000 hombres. Morgan había informado de la facilidad con que se podía entrar
en la ciudad. Las fuerzas españolas que defendían la plaza no pasaban de 4.000.
La misión del inglés era, no solo la toma de la ciudad, sino, sobre todo, ganar
la colonia española entera, a fin de arrebatar a España la supremacía sobre
aquella parte de América.
En Cartagena, tuvieron la suerte de que
se hallara en puerto el Almirante Blas de Lezo, con seis navíos de guerra. Este
era un vasco hecho de pedernal, con infinidad de batallas ganadas a ingleses,
franceses y holandeses. En ellas, había perdido un ojo, una pierna y tenía un
brazo inútil. Pero la sapiencia, arrojo y valentía seguían intactas. Al tener
conocimiento del enorme poderío de la escuadra inglesa, puso a resguardo sus
barcos, desmontó sus cañones y los distribuyó, junto a sus hombres, en la obra
defensiva de Don Jerónimo.
La defensa fue tan eficaz que, no solo
impidió la toma de la ciudad, sino que hizo huir al Almirante Vernon con
grandes pérdidas en hombres y barcos. Por desgracia para él, El Gobernador le
denunció ante el Rey por indisciplina y poner en peligro la suerte de la ciudad,
molesto porque el de Lezo no contó para nada con él, que en realidad era el
responsable de la defensa de la ciudad
El rey le creyó y destituyó al Almirante de
todos sus cargos. Blas de Lezo murió en septiembre de ese mismo año, a
consecuencia de las heridas recibidas durante los combates. Tuvo que ser Carlos
III quien corrigiera aquella infamia, otorgándole el título póstumo de Marqués
de Ovieco, para él y sus descendientes. Este título nobiliario todavía existe.
LOS ESTRADA EN LA GUERRA DE
INDEPENDENCIA CONTRA NAPOLEÓN BONAPARTE.:
Debieron ser incontables los hechos heroicos protagonizados por personas
apellidadas Estrada, pero me referiré al sorprendente caso de Don Álvaro Flórez
Estrada, presidente de la Junta Suprema Asturiana.
Era Don Álvaro un hombre de los llamados
adelantado a su tiempo. Un intelectual ganado por las nuevas corrientes
liberales, que traían aire fresco a la anquilosada política conservadora y
corte absolutista de las dinastías reinantes en España. Fue un
constitucionalista convencido, Diputado en las Cortes de Cádiz y redactor de la
primera constitución española de 1812.
El 25 de mayo de 1808, al conocer los
sucesos acaecidos en Madrid el 2 de mayo, lanzó una encendida proclama, con el
lema “Asturias nunca vencida” y
declara la guerra al Emperador Napoleón Bonaparte. ¡Tal cual! ¡Con dos pares de
riñones bien prietos!
Lograron reunir una fuerza de 20.000
hombres y tuvieron en jaque a las tropas francesas hasta enero de 1810, año en
el que Napoleón, decidido a terminar con la resistencia española de una vez por
todas, entró en España a la cabeza de un impresionante ejército. Desde Burgos,
ordenó al general Godet tomar Asturias. Tras intensos combates, el general
entró en Oviedo y Gijón a finales del mes de enero de 1810.
No terminó la guerra en Asturias. La
Junta se retiró a las montañas, seguida por el resto de los combatientes y,
desde el inhóspito territorio montañés, organizaron las cuadrillas de
guerrilleros, que ocasionaron una auténtica pesadilla a las tropas regulares
francesas, hasta su expulsión definitiva de la Península Ibérica.
Emulaban, de este modo, la lucha que
tuvieron siglos atrás contra la invasión musulmana. Tampoco en aquel trance
Asturias fue vencida.
LA SAGA DE LOS ESTRADA DE LA
REPÚBLICA DEL ECUADOR:
Voy a referirme ahora a la familia Estrada del Ecuador, de una manera somera, pues
nadie como ella conoce su propia historia y no deseo entrar en el menor error o
contradicción de su conocimiento.
Se inicia, que yo sepa, en la figura de
Nicolás Estrada Cirio, llegado al Ecuador en los comienzos de 1800. Su nombre
aparece en la nómina del General José María Urbina y Viteri, en un puesto
subalterno de escaso relieve. Sin embargo, algo muy positivo debió ver el
general en él, porque llegaron a tener una franca amistad, hasta el punto de
que Don José María y su esposa, Doña Teresa Jado, apadrinaron, en su bautizo,
al primer hijo de Nicolás, en 1855, recibiendo el nombre de Emilio Estrada
Carmona.
Emilio Estrada Carmona. (1855 – 1911):
Emilio perdió a su padre pronto. En 1860, Nicolás tuvo que exilarse por razones
políticas y poco tiempo después murió. Su esposa, Doña Francisca Carmona se trasladó
con su hijo a Guayaquil. Tras sus estudios, se dedicó a ejercer labores
comerciales, alejado de la política. Sin embargo, pronto se vio envuelto en la
vorágine política de aquel azaroso tiempo, con guerra civil, revoluciones y
contrarrevoluciones, dictaduras y enconadas luchas entre conservadores y
liberales. Don Emilio era un hombre serio, honrado y cabal, como bien queda
reflejado en su retrato presidencial, un oleo de notable calidad pictórica. El
Partido Liberal Radical, a quien Don Emilio servía con lealtad y acierto, le
propuso para la presidencia de la República, al considerar que su mandato
podría representar un periodo de calma, provecho y buen gobierno para la
agitada situación política ecuatoriana. Así fue. El 1 de septiembre de 1911,
tomó posesión del cargo. Fue un período corto, aunque fructífero, pues murió
poco después, el 21 de diciembre del mismo año, de una dolencia cardiaca.
Víctor Emilio Estrada Sciacaluga (1891 –
1954) Primogénito de Emilio, fue una figura de una personalidad arrolladora.
Autodidacta en gran parte, puede considerarse el prototipo de hombre hecho a sí
mismo. Escritor, militar, economista, banquero y político de gran talla, aplicó
todas sus energías para realizar sus variadas ocupaciones de la mejor manera
posible. Hizo mucho y, al parecer, lo hizo siempre bien. Es forzoso advertir
que tan intensa actividad requiere dedicar un capítulo especial, más adelante,
para solo poder resumir las acciones más importantes de su fructífera
existencia. Es así, porque representa la luz, el faro y el espejo donde mirarse
las generaciones siguientes.
Emilio Estrada Ycaza (1916 – 1961)
Primogénito de Víctor Emilio, fue, como su padre, un hombre polifacético en sus
ocupaciones. Trabajó con la intensidad y honradez que caracterizó la labor de
sus mayores, como economista, empresario, político y arqueólogo insigne. Fue
miembro de la Society for American
Archeology y la Current Anthropolegy y, entre otras muchas actividades
deportivas, económicas y políticas, fue embajador de Ecuador en la Asamblea
General de la ONU, y alcalde de Guayaquil, durante los años 1954 y 1956, siendo
su mandato pulcro y fructífero para los habitantes de la ciudad.
Víctor Emilio Estrada Estrada (1941 -
2022) Primer hijo varón de Emilio, economista y empresario, se dedicó al
comercio nacional e internacional, entre otras muchas actividades.
Emilio Estrada Piana (9 de noviembre de
1969) Hijo del anterior, destacado deportista y piloto civil privado,
economista, dedicado al comercio y a la actividad empresarial. En la
actualidad, es Director General de una importante empresa ecuatoriana.
Víctor Emilio Estrada Salem. (24 de
agosto de 1998) Novio de mi querida nieta Isabel. Se conocieron en la Uni de Navarra.
Él estudiaba Empresariales y ella Derecho y Relaciones Internacionales. Un
amigo común los presentó y surgió el flechazo mutuo. Ha iniciado su andadura
profesional en una compañía de Madrid.
ORIGEN DE NICOLÁS ESTRADA
CIRIO: Es
el primer miembro de la saga ecuatoriana
de los Estrada. Su origen, que yo sepa, es desconocido. La abuela de Víctor
dice, a pregunta de mi nieta Isabel, que ella había oído decir que llegó al
Ecuador sobre 1800 y que había sido cura, antes de casarse con Doña Francisca
Carmona. Pocos datos, pero relevantes. Descubrir su origen es un reto que no
suelo rechazar.
Buscar en América es inviable. Los
Estrada llegaron al continente con el Descubrimiento, por lo que, pronto, este
apellido se extendió por todos los países americanos de habla hispana.
Decido bucear en España. Busco a un
hombre con el ADN de honrado e incansable trabajador, en su profesión o modo de
vida, de los Estrada del Ecuador, en el arco temporal de finales del siglo XVIII
y principios del XIX.
¡Eureka! Lo encuentro en la figura del
Teniente Coronel de la Armada Española, Don Nicolás Estrada y Posada (1749 –
1825), nacido en Villaviciosa, Asturias –dónde, si no-, en el seno de una
familia noble y acomodada, entroncada, de algún modo más o menos directo, con
el primer Estrada conocido y descrito en este trabajo.
En efecto, Nicolás es uno de los marinos
más notables de la Real Marina Española. Desde su ingreso de guardiamarina en
1765, llegó a las más altas cumbres de su carrera militar, al obtener el
nombramiento de Capitán General por la Regencia, en 1812, Director General de
la Armada, Ministro del Tribunal de Guerra y Marina y del Consejo General de
Guerra.
Poseía las más altas condecoraciones de
la milicia española: la Real Orden de San Hermenegildo y la de Carlos III.
Me resulta imposible relatar aquí las
innumerables singladuras y acciones bélicas protagonizadas por Don Nicolás. Fue
una vida dedicada en cuerpo y alma al servicio de su patria. Y lo hizo en una
época de miseria para la marina española. No por falta de barcos, que eran
muchos y potentes, sino por la desidia de los gobernantes que ocasionaron un
deficiente mantenimiento y unas tripulaciones mal entrenadas y pagadas tarde y
mal. En estas condiciones, debería enfrentarse a la marina inglesa, con navíos
más ligeros y maniobrables y con tripulaciones profesionales bien instruidas y
bien pagadas. Basta conocer que, al ser nombrado Nicolás, Comandante del
Arsenal de Cartagena, se le debían 22 meses de sueldo y tuvo que vender las
joyas de la familia para afrontar los pagos de las obras más perentorias del
Arsenal y del mismo puerto. Sugiero a mis lectores más curiosos que consulten
su biografía. Yo solo quiero manifestar que parece imposible que, con solo una
vida, se pueda realizar tanta actividad marinera y protagonizar tanto hecho
heroico en todos los mares del entorno y más allá del Océano.
El 19 de enero de 1792, recibió permiso
para casarse con Doña Josefa González Guiral, hija de militar de alto rango. En
diciembre de dicho año nació, Nicolás Estrada Guiral, al que seguirían ocho
hijos más.
De inmediato, saltan a la vista dos
hechos: en el primero, uno se pregunta cómo diantres se apañó este hombre para
engendrar nueve hijos, con tanta actividad castrense y marinera como realizó.
Es evidente que sí lo hizo, pero también que tuvo bien poco tiempo para
educarles y verles crecer. El segundo, y más importante, es que nos encontramos
con Nicolás Estrada Guiral y estamos buscando a Nicolás Estrada Cirio.
¡Vaya por Dios! Mi castillo en el aire,
formado con tanto esfuerzo y entusiasmo, se acaba de derrumbar. No hay duda,
son dos personas distintas…¿O no?. Mi instinto, que en muy pocas ocasiones me
ha fallado, me incita a seguir hurgando en esta historia.
Bien, hagámoslo: tenemos a un joven en
España que a los 18 años toma los hábitos franciscanos y solicita y consigue
marchar a América, con gran disgusto de Doña Josefa, que tenía apalabrada su
boda con una rica heredera de la alta nobleza de la Corte. Extraña decisión de
un joven llamado, por primigenia, a seguir la tradición militar de su padre y a
vivir una vida de acomodo, éxito y honores.
Pero si se piensa bien, no resulta tan
extraño. Nicolás apenas conoce a su padre, embarcado en mil y una singladuras.
Su madre, hija de militar de alto rango, educa y maneja su prole con rigidez
cuartelera.
La vida de Nicolás, que no desea seguir la
tradición familiar y que seguro que ha experimentado las mieles de un primer y
juvenil amor, abortado de inmediato por su dominante madre, debió ser un
verdadero infierno, con constantes desencuentros y riñas con Doña Josefa. Para mí,
es evidente que la decisión no es vocacional, sino la única forma de huir de
la, para él, asfixiante atmósfera de su hogar. Y en aquel tiempo, esta actitud
se llevaba. Tenemos, por tanto, un joven que viaja a América en 1810, como fray X, del que no se volverá a saber
nada de él. Si mantuvo correspondencia con su padre o hermanos, no consta.
Por otro lado, está Nicolás Estrada
Cirio, que aparece en el Ecuador en los años 1800 y del que solo sabemos que
había sido cura, Parece evidente que ha ejercido su profesión eclesial durante
bastantes años, ya que tiene a su primer hijo en 1855, con un mínimo de 60 años
de edad.
¿Qué edad hubiera tenido Nicolás Estrada
Guiral, en caso de que Emilio hubiera sido su hijo en la misma fecha? Justo 63
años. Hum… parece que coinciden en la edad. ¿Será posible que sean ambos la
misma persona? Ninguna prueba, pero demasiados indicios. Veamos:
Coinciden nombre y apellido paterno.
Tienen una edad parecida.
Han profesado la misma, o similar,
actividad eclesial.
Son coetáneos.
¿Ha podido, fray X, realizar su labor
evangelizadora en aquellas regiones? Sí, la Orden Franciscana se estableció en
Perú y Quito en la década de los años 1530 a 40.
Nicolás Estrada Cirio se secularizó
antes o después de conocer a Doña Francisca, pero, en todo caso, demostrando
que su vocación religiosa no era tan firme, como para aguantarla durante toda
su vida.
¿No salta a la vista que a Nicolás
Estrada Guiral le hubiera acontecido lo mismo, al toparse con una mujer que,
quizás, hubiera hecho avivar la llama de su prohibido y juvenil amor?
Llegado a este punto, consideremos el
único obstáculo que nos impide afirmar que ambos son, en realidad, la misma
persona: el apellido Cirio. Es originario de Italia y se difundió muy poco en
Occidente, pues la influencia florentina, veneciana y genovesa se dirigió, casi
en exclusiva, hacia Oriente. En la actualidad, existen en España solo 27 portadores
de dicho apellido y en América unos pocos centenares en México y Argentina,
provenientes de las grandes migraciones de italianos a finales del siglo XIX y
principios del XX. En los demás países, muy pocos.
Quiere decirse que, en los años 1800, ese
apellido podría ser rarísimo, o inexistente, tanto en España, como en América.
¿Entonces?
¿Acaso es demasiado aventurado suponer
que Nicolás, al recuperar su estatus civil y sus apellidos, decida cambiar el
de su madre, de nefasto recuerdo, y adoptar uno cualquiera? ¿Quizás Cirio, en
recuerdo de su vida sacerdotal, e imagen de luz y de vida eterna del gran Cirio
Pascual?
En cualquier caso, yo he desechado todas
mis dudas. No es posible rechazar tanto indicio coincidente. Pero lo que más me
agrada de esta hipótesis, es que, de aceptarla, produciría un digno entronque
entre la familia Estrada del Ecuador y la familia del gran marino Nicolás
Estrada y Posada. Es este un auténtico Estrada de raza. De pies a cabeza.
Modelo de hombre, que sintoniza a la perfección con el arranque de la familia
Estrada en la República del Ecuador. Creo ver una clara y perfecta continuidad
en la posible sucesión de una y otra familia.
Pero aceptarla o no, es privilegio
exclusivo de la familia Estrada ecuatoriana. Solo puedo añadir que nadie podrá
contradecir su elección.
NOTA IMPORTANTE: Tras escribir lo que antecede, he
recibido el árbol genealógico de los Estrada del Ecuador. Y…¡oh, cielos! Si lo
que se recoge en él está debidamente documentado, resulta que Nicolás Estrada
Cirio tiene padre y madre distintos a los españoles Nicolás y Josefa. ¡Mi
hermosa teoría defenestrada y arrojada, de un golpe, por los suelos!
No es mi culpa. En mi estudio seguí los
datos que me trasmitió mi nieta. Por cierto, entre las personas del árbol, no
hay ningún adulto que llegara a Ecuador sobre 1800, ni ningún cura. Y otro
agujero oscuro: nada se sabe de la infancia y juventud de Nicolás Estrada
Cirio.
Pero allí está el documento. Implacable.
Cierto que hay huecos sin llenar en las fechas y que el abuelo de Nicolás no
existe, siendo la abuela la que cede sus apellidos a su supuesto hijo. Raro. Pero,
habrá que rendirse a la evidencia del documento, para concluir que Nicolás
Estrada Guiral no es Nicolás Estrada Cirio.
¿Y si… sí? ¿Podemos estar completamente
seguros de algo que sucedió hace ya más de dos siglos con miles de Estradas rondando tanto en América
como por España? Francamente, si yo fuera alguien de la familia, guardaría con
cuidado el dichoso árbol y adoptaría mi teoría. Que, por cierto, tendrán que
convenir que es preciosa, además de apetecible.
Al fin y al cabo, hoy se pueden elegir
legalmente los apellidos, o tomar la condición de hombre, mujer, híbrido o
cosa, dependiendo la elección, únicamente, de la propia voluntad del interesado.
En fin, así y aquí lo dejo. Pues, en el peor de los casos, ambos son sus
ancestros.
DON VÍCTOR EMILIO ESTRADA SCIACALUGA: (1891 – 1954) Glosar la inmensa figura
de este hombre es tarea imposible en este limitado trabajo. Trataré de realizar
un listado de sus más importantes logros, aunque lo que más me interesa es
conocer su persona, descifrar su arrolladora personalidad y encontrar en ella
el poderoso e incansable motor que propició la inmensa labor realizada.
Víctor era un hombre duro, serio –para
alguno de sus enemigos, demasiado serio, hasta llegar a adusto, malhumorado e
irascible-, autodidacta y polifacético en gran parte. No tiene pelos en la
lengua y es capaz de “cantarles las cuarenta” al más pintado, al más encumbrado
o al más laureado, sin que le importe lo más mínimo los enemigos que se pueda
ir ganando por esa causa.
Quienes lo calificaban de adusto o
irascible, tenían razón en parte. Odiaba la vagancia, la desidia y la falta de
honradez, tanto en la cosa pública, como en el ejercicio de cualquier actividad
privada, y no tenía el menor reparo en denunciarlo y combatirlo, en cartas
abiertas a los interesados o desde sus habituales artículos de prensa.
Según su estricto ideario, “Solo es válido el bien o dinero adquirido
mediante el esfuerzo y el trabajo bien hecho” Es una norma básica que le
acompañó a lo largo de toda su fecunda labor pública y privada.
Consecuente con esa idea, rechazaba con
vehemencia cualquier donación o subvención indiscriminada. Jamás concedió una
donación a quienes se la solicitaban, atraídos por la fama alcanzada de poseer
una importante fortuna y, en cambio, ayudaba, en cuanto podía, a quienes
acudían a él para pedir su apoyo en empresas o trabajos productivos.
Disfrutó de una buena posición
económica, pero no amasó la gran riqueza que se le atribuía. Era partidario de
que el dinero debía circular de algún
modo, en vez de atesorarlo sin ningún provecho. He aquí sus palabras, escritas
en uno de los numerosos tratados sobre economía y buen gobierno que publicó:
“Riqueza
es el uso del dinero y no es rico el infeliz que circunscribe su empeño y su
fatiga en acumularlo, para esconderlo avaramente.
Consideraba que el conocimiento,
producto de una buena y adecuada educación, era el principio fundamental para
el buen funcionamiento de la economía y de la bonanza de un país.
Vuelvo a retomar sus palabras:
“La
causa de que la mayoría de la humanidad se halle explotada está, no en la
pobreza, sino en la ignorancia. Lamentablemente, es la confusión que hoy se
hace, porque si los interesados se dieran cuenta de la cuestión, el problema se
resolvería con suavidad”. Son palabras que merecen una reflexión larga y
profunda, pues revelan las causas de muchas revoluciones sangrientas y la
equivocada senda emprendida por algunas ideologías políticas.
Tuvo ocho hijos y, a su muerte, no les
dejó grandes riquezas. Recibieron el mayor tesoro que se puede obtener de un
padre: aprendieron de él a trabajar con honestidad, integridad y esfuerzo.
Su vida estuvo condicionada por la
efervescencia política y económica de aquellos tumultuosos tiempos, con
revoluciones, guerra con Perú, gobiernos corruptos e ineptos y una tremenda
crisis financiera. Sin embargo, su figura se mantuvo en un plano superior a
estos eventos sin que resultara manchada o contaminada por ninguno de ellos.
Recibió una educación básica y, tan
pronto dejó los estudios, se alistó en la marina. En 1910, con 19 años ingresó
en el ejército y un año más tarde ya había obtenido la graduación de capitán.
Era la revelación de que se trataba de una persona excepcional.
En 1911, su padre es nombrado Presidente
de la República y Víctor se vuelca en su colaboración y ayuda. Con 20 años, es
comisionado para viajar a Europa y vigilar el buen cumplimiento de los
contratos comerciales mantenidos por Ecuador en varios países europeos.
Muerto su padre se mantuvo al margen de
las convulsiones políticas que se
produjeron entre los dos grandes partidos políticos de conservadores y
liberales. Se retiró del ejército y se dedicó a completar su escasa formación
empresarial y a trabajar en asuntos particulares.
Pero su figura ya había empezado a
destacar en los círculos económicos y políticos, siendo llamado para gestionar,
como Capitán, el puerto de Guayaquil. Poco después, en 1913, dejó, de nuevo, el
ejército para dedicarse a sus asuntos comerciales y empresariales.
En 1917, con solo 26 años, es nombrado
Interventor de Hacienda del Guayas, provincia del Ecuador, con Guayaquil como
capital, que engloba el mayor centro económico, comercial e industrial del
Ecuador.
A estas alturas, Víctor ya había
publicado bastantes artículos y ensayos sobre diversos temas económicos y
financieros, creándose una creciente notoriedad en los círculos de negocio
ecuatoriano.
Fue en 1919, cuando una pequeña caja de
ahorros le llamó para ocupar el puesto de Gerente General. En ese momento,
comenzó su carrera como banquero que ya no abandonaría hasta su muerte.
En pocos años, el incesante trabajo de
Víctor y la aplicación de sus revolucionarios métodos financieros, llevaron a
esta pequeña entidad a convertirse en uno de los principales y más potentes
bancos del Ecuador. Tal es así, que este fue el único que supo capear con bien
la terrible crisis financiera de 1925. Al mismo tiempo, ayudó a poner orden en
las finanzas públicas y a gestionar la creación del Banco Central de Ecuador.
En el año 1934 fue nombrado Ministro de
Hacienda. Fiel a su estilo, redactó un plan general para la modernización de
las instituciones económicas del Ecuador. Recibió el nombre de Plan Estrada,
pero resultaba tan novedoso para la época que fue rechazado por el Congreso y
Víctor dimitió. Todavía hoy se estudian algunas particularidades en las
Facultades de Economía.
En 1936 aceptó el cargo de Coronel Jefe de
la Brigada de Guardias Nacionales, para su creación y organización. Era un
cuerpo de voluntarios civiles asistenciales, anexo a los cuerpos de policía y
ejército ecuatorianos, ante la posibilidad de un nuevo enfrentamiento con Perú.
Durante el año 1944 fue designado
Presidente del Concejo Cantonal de Guayaquil. Concluido el mandato, volvió a
ocuparse de sus labores privadas hasta su muerte, acontecida el 21 de febrero
de 1954.
Este es un resumen esquemático de las
actividades públicas y empresariales de Don Víctor. Describir su ingente labor
en ambas, con detalle, desbordaría, por mucho, la dimensión de este trabajo.
En su honor y para mayor conocimiento de
su excelsa figura, traeré aquí algunas frases del folleto publicado por el
banco La Previsora, con el título de “Esquema de una Vida Ejemplar”
Cumplió
cabal, entera y totalmente, el honroso papel de CIUDADANO: en su actuación
política –breve pero transcendente- en sus deberes cívicos y en su amor a la
Patria. Justipreciando todo ello, el I. Concejo Guayaquileño lo designó el
mejor ciudadano en 1950. Sin embargo, -y ya lo hemos enfatizado-, no buscó
jamás los “honores” ni las “distinciones”. ¿Para qué necesitaba honores él, tan
lleno de un honor total, que sabía impregnarlo en cada acto de su vida? Para
qué necesitaba distinciones él, que se
distinguía sin quererlo, por la aplastante magnitud del pensamiento, la
descollante personalidad y el blasón espiritual del mérito?
Como
ciudadano de verdad, supo que “hacer país”, según su propia frase, no es
pregonar a voces el incumplimiento de la obligación ajena…Por eso esgrimió la
pluma, su enérgica y temida pluma, en el libro, el folleto y el periodismo.
Creyó necesario que alguien expresara –y fue él quien lo hizo-, cuanto
silenciaban las mayorías conformistas.
LA LEYENDA: Don Víctor hizo mucho y
siempre lo hizo bien. De manera que, por fuerza, tenía que llamar la atención,
no solo de la gente próxima que conocía el detalle de sus trabajos, sino porque
la grandeza de su figura trascendió, hasta crear admiración en el propio pueblo
llano.
¿Quién era ese hombre que, en una época
en la que reinaba la corrupción, el desconcierto económico y político, la
desidia e incapacidad gubernamental o la preocupante ausencia de gente capaz en
las esferas del poder, resplandecía por su trabajo duro, eficaz y constante?
Era como una especie de Rey Midas, que todo lo que tocaba lo convertía en oro
o, como en este caso, en éxito. Y por si fuera poco ¡era honrado!
No, no podía ser. No era una conducta
humana. Allí había algo misterioso y sobrenatural, pues solo así se explicaría
este extraordinario y anormal comportamiento.
Y así, entre la admiración de muchos, la
maledicencia de otros, resentidos o envidiosos por sus logros y la imaginación
de la gente simple, siempre dispuesta a inventar las más peregrinas historias
sobre hechos controvertidos, polémicos o no muy bien conocidos, nació la
leyenda, comúnmente aceptada en la ciudad de Guayaquil.
No cabía duda alguna. Don Víctor había
pactado con el diablo, a cambio de su alma, a fin de obtener la ayuda demoníaca
para conseguir el más rotundo éxito en todas las actividades y empresas que
realizara.
Pero
como la figura de Don Víctor, era admirada y querida en la generalidad del
País, la leyenda aporta un relativo buen final para su alma. Cuentan que se
hizo construir una tumba o sarcófago de cobre, de manera que al diablo le fue
imposible penetrar en él para cobrar su deuda.
Lucifer, contrariado, le maldijo y
dispuso una guardia de diablos para que vigilaran su tumba y cuidaran de que el
alma de Don Víctor no pudiera salir de allí, ni tampoco descansar en paz.
Sin embargo, ya sea porque dicha
vigilancia ha sido levantada por aburrimiento o Don Víctor ha sabido
esquivarla, hay personas que aseguran que lo han visto merodear, con
frecuencia, por la entrada del cementerio de Guayaquil, sobre la media noche,
vestido de gala. E incluso, hay profusión de personas que atestiguan haber
hablado con él.
La imaginación popular no tiene medida
ni fronteras.
¿Pero, y si, al margen de la leyenda
demoníaca, fuesen ciertas las apariciones de Don Víctor, producto exclusivo de
su inmensa y extraordinaria personalidad?
Lo imagino y pienso que daría todo lo
que soy y tengo por departir con él, sobre todo lo divino y humano, en una
noche plateada por una gran luna llena. Me veo sentado a su lado, sobre una
lápida cualquiera del cementerio, o mejor, sobre los escalones de su monumental
sepultura, escuchando las enseñanzas magistrales de Don Víctor.
De sobra sé, que este sueño no podrá
cumplirse, pero solo con imaginarlo me estremezco de placer.
NOTA FINAL: Los antecesores de la familia Estrada
del Ecuador, aquí descritos, son solo una muestra de los muchos miembros
notables que han portado este apellido. He procurado que los elegidos
estuvieran relacionados con Asturias, donde se encuentra su origen, para
acercarme lo más posible al entronque primigenio de su linaje.
Dedicado
a Víctor y a mi queridísima nieta Isabel,
con el deseo de que ese dulce proyecto
iniciado llegue a buen término y florezca en una larga y provechosa vida de
amor y felicidad.
Muy lindo texto, Don Guillermo!
ResponderEliminarMuchas gracias por informarnos sobre la historia del apellido, Guillermo! Me ha encantado
ResponderEliminarY por la gran dedicatoria!
EliminarVaya trabajo de investigación, yayo!!! Gracias por la dedicatoria🤪
ResponderEliminarLo máximo!
ResponderEliminarInteresantísimo descubrir partes de la historia de la que no teníamos conocimiento… Gracias Don Guillermo por el cariño que se trasmite en su relato y dedicatoria…
ResponderEliminarSoy Mariuxi ! La mamá de Víctor Emilio
ResponderEliminarMuchas gracias a todos. Yo también he gozado investigando y escribiendo este artículo. Don Emilio, espero llegar a conocerle y devolverle el abrazo. Saludos Doña Mariuxi.
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