sábado, 19 de noviembre de 2022

58,- Un Sueño Celestial


58.- UN SUEÑO CELESTIAL



 

He tenido un sueño muy especial. Sucedió en la primera noche, o una de las primeras noches sin calentura, tras una semana de mala y febril gripe.

En realidad, fueron tres sueños en la misma noche. Todos ellos gozaban de un realismo y una nitidez tan admirables, como nunca antes había experimentado, enmarcados en un fluido y, en apariencia, verosímil argumento.

Del primero, apenas recuerdo nada. El resto de la noche acabó por difuminarlo y solo quedó en mí la vaga impresión de haber protagonizado un hermoso sueño, con varias historias encadenadas, que acabaron en felices desenlaces.

Recuerdo con todo detalle el segundo, en cambio. Resultó una historia la mar de graciosa. Tanto, que me desperté riendo a carcajadas y no resistí la tentación de interrumpir el sueño de Ángeles, mi mujer, para narrarle la historieta –a duras y entrecortadas penas, pues las carcajadas seguían, incontenibles, tras cada palabra que pronunciaba-,  y troncharnos de risa juntos.

Lamento no poder reproducir este sueño aquí, pero en él se dan situaciones, diálogos y expresiones que la gente maliciosa podría denunciar por considerarlas homófobas e incurrir en ese terrible y extraño delito de odio y, en consecuencia, ser “crujido” con una cuantiosa multa.

Y es que, en estos tiempos, se puede alabar la más extraña conducta personal, siempre que sea aceptada por la llamada “opinión pública” y la mayoría gobernante. Están en su derecho ¡Faltaba más! Pero está rigurosamente prohibido, y el infractor se arriesga a recibir la correspondiente penalización, no solo denostarla, sino ni siquiera mostrar cualquier señal de rechazo o desagrado.

Se trata de que: yo quiero esto, y como yo lo quiero, tengo derecho a tenerlo. Y quien se opone va contra las libertades fundamentales.de las personas y, sobre todo, de las minorías. Ciertas minorías, claro.

Y así, los cuantiosos “istas” que nos rodean, no contentos con vivir según sus ideas, obligan a los disidentes a aceptarlas y a vivir según ellas, mediante  leyes ad hoc. Cierto, eso ha ocurrido antes, en otras muchas etapas de la historia de la humanidad, pero no parece que hayamos progresado mucho en esto.

Durante algunos años creí que, al haber alcanzado, por consenso de todas las fuerzas políticas, un sistema democrático de gobierno en nuestro país, esas poco deseables prácticas totalitarias quedarían muertas y enterradas para siempre

Error. Simplemente, han cambiado de signo. Quienes se quejaban de falta de libertades en otros gobiernos o sistemas de gobierno, blindan sus ideas con leyes represivas, apoyándose en el dominio sobre los medios de comunicación, los poderes judiciales y legislativos, además de la tolerancia o indiferencia de una importante masa de ciudadanos previamente aleccionada, adormecida y despojada de todo referente ético.

De este modo, poco a poco, mediante una dinámica constante, legislando a favor de las ideas propias y penalizando las de los contrarios o disidentes, se va llegando a la más repugnante de las dictaduras: la dictadura democrática. Ya hay muchos ejemplos de esta triste realidad en el mundo. ¿Será también este nuestro destino?

Por otro lado, viene a mi memoria un reportaje que vi, no hace mucho en TV. Una madre era entrevistada, porque su hijo de ¡cuatro años! quería ser chica. La madre –¡cómo iba a truncar la ilusión de la criatura!- lo vestía de niña y lo enviaba así al colegio. ¿En el colegio ponían alguna pega a esta curiosa situación? “Que va, ninguna –contestaba la madre-, les parece muy bien, porque me han dicho que allí no se discrimina a nadie”. Y añadía, orgullosa: “ya me pregunta que cuándo le van a cortar la colita”.

¿Creen que hubo alguien que se atreviera a decir: Señora, Vd. no tiene talento. Esa no es forma de educar a un hijo? Nadie que se sepa.

Este caso, con independencia de las cuestiones morales, sociales o políticas, representa el más claro ejemplo de una grave falta de sentido común, en buena parte del tejido social. Y cuando en una sociedad falta el sentido común y campea la mala y errónea forma de razonar –basta con escuchar a cualquier político, informador o tertuliano para comprobar las “coces” que propinan a la lógica en sus discursos-, ocurre que, dicha sociedad, carece de remedio y de futuro.

En fin, que me he explayado a conciencia. Tenía enormes dedeos de soltarme la melena en estos temas y quedarme a gusto.

Hecho lo cual, ya va siendo hora de pasar al tercer sueño.

Advierto que, lo que sucede en él, no tiene mucho que ver con mis convicciones religiosas y las ideas que poseo sobre la naturaleza de Dios, su entorno y su relación con nosotros. Pero los sueños son así: discurren por donde ellos quieren y no por la senda que desearíamos. Otra advertencia: no voy a poner o quitar una sílaba de lo que yo escuché en aquel sueño, pues mi papel se limitó, en todo momento, a ser solo un espectador mudo e inmóvil, hasta el momento que cesó la imaginada ficción y desperté.

¿Y por qué lo publico aquí? Porque me impactó su factura, realismo y originalidad. Pero, sobre todo, porque espero que algo haya en él, que sirva para meditar sobre nuestro comportamiento y destino.

En la primera imagen de mi sueño, aparece un resplandeciente Cielo, acotado en un espacio no mayor que una habitación normal. En él se encuentra la Santísima Trinidad, tal como suele representarse en los lienzos religiosos: el Padre, a su derecha Jesús, el Hijo, y en medio, algo alzado, el Espíritu Santo, en forma de una paloma difuminada por la brillante luz que emite, de igual manera que sus dos celestiales acompañantes.

Los Tres hablan entre ellos y comentan un suceso que tuvo lugar en la ciudad india de Hayderabad, allá por la Edad Media.

En el abarrotado mercado de la ciudad, un muslim mató a un hindú, porque este le había mentado a su Dios y a su profeta de mala manera. El asesino estaba en trance de escapar, mezclado entre la multitud de gentes que allí había.

De inmediato, el Espíritu Santo había expresado su disgusto, ante tal acción:

-Matar ya es, de por sí, el pecado más reprobable, pero matar en nombre de Dios no tiene perdón. Este hombre se merece un castigo ejemplar.

El Padre estuvo de acuerdo y, aunque el Hijo trató de abogar por el reo, por si hubiera en él alguna señal de arrepentimiento, envió un haz de luz sobre el muslim, de manera que quedó inmovilizado en el lugar donde se hallaba oculto entre la gente.

De pronto, el asesino se sintió alzado por el haz luminoso, hasta alcanzar la altura unos setenta metros y quedar a la vista de la muchedumbre que abarrotaba el mercado, y también de la ciudad entera, sin cesar de gritar y patalear.

Durante unos minutos, el muslim quedó suspendido en el aire, hasta que el haz de luz desapareció de repente, y aquel cayó, estrellándose contra el suelo. Al mismo tiempo, una grave y potente voz se escuchó en toda la ciudad:

“Dios dice: no matarás. Blasfema y le ofende más quien lo hace en Su Nombre. Sirva este hecho para recuerdo de este precepto, por los siglos de los siglos”

 Han transcurrido muchos siglos y, como ya he comentado, Los tres divinos habitantes del Cielo comentan este hecho. La Tierra ya no existe. Colapsó hace tiempo, sin que me alcance el conocimiento de si hubo Juicio Final o no. En mi sueño aparece como una esfera fantasmal, compuesta por algo parecido a una bruma casi traslúcida y alejada de la escena descrita.

-Poco éxito alcanzamos con nuestro aviso –es el Espírito Santo quien inicia el diálogo-. Los hombres no dejaron de matarse hasta el fin de sus días.

-Bueno, eso ya lo sabíamos desde el momento de crearlos –contesta el Padre-. Los hicimos libres de hacer el bien o el mal. Era su responsabilidad. Nosotros les proveímos de los elementos necesarios para alcanzar el conocimiento, la sabiduría y la felicidad. Por desgracia para ellos, los usaron para hundirse en la degradación de las guerras, la ambición y la injusticia, con el uso de indeseables prácticas y comportamientos, como ese repulsivo odio y malquerencia entre hermanos.

-Pero debemos valorar que muchos se condujeron por la senda del bien obrar –ha intervenido el Hijo.

-Así es –concluye el Padre- y así lo hemos considerado.

Pero el Espíritu Santo insiste. Él ha iniciado el tema y parece dispuesto a tener la última palabra.

-Sí, todo eso es cierto, pero también dijimos que aquel prodigio sirviera de ejemplo por los siglos de los siglos y no fue así. Fijaos bien en esto.

En un instante, el Espíritu Santo hizo revivir un año de cada siglo, desde el que se produjo la intervención divina en Hayderebad, hasta el último en el que dejó de existir la humanidad.

-Ya veis que éxito. No dejaron de matarse hasta el final de sus días. Y siglo tras siglo, muchos siguieron matando en nombre de Dios. Pero de nuestro mandato y aviso, ni rastro.

-Estamos en lo mismo –replicó el Padre, con gesto serio-. Este mundo desaprovechó los bienes que les ofrecimos. Es historia pasada y no hay vuelta atrás. Tengamos confianza en que alguno de los otros mundos que persisten alcance la total sabiduría y pueda unirse a nosotros de manera completa y en su totalidad.

En ese momento desperté.

Estaba maravillado y desconcertado, al mismo tiempo, ante lo insólito del tema de mi sueño, así como por el  extraordinario realismo y nitidez con que se había producido.

Como en el sueño anterior, desperté a Ángeles y me apresuré a relatarle todo lo que había soñado con el mayor detalle que pude. No quería que se me olvidara.

Después, ya no pude seguir durmiendo. Daba vueltas y más vueltas, recordando los detalles de aquella extraña ensoñación. Y al hacerlo, varias inquietantes preguntas acudían, obsesivas, a mi mente.

-¿Será posible que nuestro mundo y la humanidad entera, acabe, como en el sueño, en una simple y vulgar operación fallida?

Siempre he sido optimista en relación con el favorable destino del hombre. La Historia nos dice que, a pesar de que han existido tiempos oscuros de regresión, siempre se ha sabido salir con bien de ellos y remontar en justicia, libertad y conocimiento.

Hoy me asaltan serias dudas. Contemplo a un mundo desorientado como pocas veces en el pasado. La preocupación por las cosas, lo material, ha inundado a la sociedad entera, olvidando que el fundamento del progreso como mundo está en el bien de las personas.

Mientras se están produciendo sangrientas guerras que destrozan vidas, propiedades, ciudades, naciones, y condenan a millones de personas a una vida miserable, al tiempo que más millones de hombres, mujeres y niños mueren por hambre, sed o carencia sanitaria, la sociedad en su conjunto ignora, o ve con lejanía, estas trágicas situaciones. Su preocupación está en el clima, la huella del carbono, la producción de bienes artesanales y sostenibles, el ahorro energético, además de la emisión de gases y residuos, junto al uso indeseable de carburantes fósiles.

No quito importancia a estos asuntos materiales, pero ¡por Dios! No la comparen con aquellas terribles lacras. Estas se han de resolver mediante una total concienciación y un profundo sentido ético, firmemente instalados en la humanidad, mientras que aquellos solo necesitan de la ciencia y la tecnología, para dejar de ser un problema inmediato.. Algo mucho más sencillo.

He dicho “un problema inmediato”, porque la vocación de nuestro planeta es colapsar y desaparecer, cuando Dios lo disponga, para los creyentes, o cuando la natural acción de las fuerzas que rigen el Universo lo provoquen, según los científicos.

Y esto no tiene marcha atrás. Con ecologistas o sin ecologistas. Con huella de carbono o sin ella. Con gases invernadero o bien envueltos de ozono.

Lo extraño es que no se hable de esto, y que muchos científicos, al menos los que hablan en los medios de comunicación, estén comprometidos en una cruzada de restricciones para “salvar al planeta”.

¿Son ciegos o prefieren cerrar los ojos?

La Tierra morirá. Que nadie lo dude. Y lo hará pese a todas las medidas que se tomen para evitarlo o para retrasar su fin. Nadie podrá luchar contra las fuerzas siderales del Universo. Además, las condiciones de vida serán cada vez más penosas, en tanto se va produciendo el inevitable óbito. Por tanto, ¿no es más sensato y conveniente utilizar, de manera cabal, todos los recursos naturales, al tiempo que toda la capacidad de investigación científica y tecnológica, en lograr el bien de las personas, en su conjunto, independientemente de las condiciones ambientales. Al obrar de este modo, también el planeta saldría beneficiado “temporalmente”.

-Otro asunto inquietante que se desprende de mi sueño: ¿Somos los únicos humanos o seres inteligentes en la inmensidad del Universo?

Me parece que la existencia de otros mundos habitados por seres inteligentes no repugna al conocimiento científico ni a las creencias religiosas.

En efecto, desde el punto de vista científico, no parece razonable pensar que, en un Universo, que suponemos finito, pero que para nuestro tamaño aparece como infinito, debido a su enorme dimensión, poblado de millones de sistemas solares y planetas, sea nuestra Tierra el único con las condiciones necesarias para que surja la vida inteligente.

Por otro lado, si se contempla el aspecto religioso de la utilidad del Universo, habría que convenir que resulta muy extraña la creación de esta compleja inmensidad con el único objeto de que crezca un ser, llamado hombre, en un infinitesimal rincón del Universo. Además de que, empleara para esta tarea, no seis días como relata la Biblia, sino miles de millones de años.

Cierto, habrá que pensar que, si el objetivo divino era la sola creación de los humanos que habitamos la Tierra, no necesitaba de tanto tiempo ni de tanta extensión material. Lo cual, nos hace intuir que hay algo más en el propósito divino, que no nos hs sido revelado.

Hoy, todavía nos vemos envueltos en innumerables misterios sobre la esencia y funcionamiento del Universo e, incluso, de la propia materia que nos rodea y estamos formados, pero ya disfrutamos de algunos conocimientos importantes.

Así como sabemos que la Creación no fue hecha como relata el Génesis, tampoco el fin de la Tierra será como se describe en el Apocalipsis.

El colapso de nuestro planeta, con independencia de si hay Juicio Final o no, será por muerte natural, de la forma en que mueren todos los planetas: cuando su Sol desfallece, o antes, por causa de un cataclismo sideral.

Pero cuando la Tierra desaparezca, este hecho, terrible para nosotros, significará no más que una minucia para el Universo, una fútil anécdota sin la menor transcendencia. Él seguirá funcionando durante miles de millones de años más.

¿Hasta cuando? Nadie lo sabe.

No es necesario insistir demasiado, para entender que este conocimiento refuerza la hipótesis de la existencia de otros mundos similares al nuestro, tanto para los científicos, como para los creyentes de cualquier religión.

Antes me he mostrado algo pesimista en el futuro de nuestra especie, al analizar el comportamiento actual de la humanidad y el anárquico rumbo que está tomando. Pero no deseo terminar este escrito sin mostrar un atisbo de esperanza.

Pudiera ser que, ante la ruina moral y económica que se intuye cercana, la humanidad reaccione al verse al borde de un fatal precipicio existencial y modifique su rumbo, dirigiendo sus pasos hacia la paz, el bien y la sabiduría. De tal manera, que consiga descifrar los misterios que rigen la materia y el Universo entero, hasta permitir descubrir y colonizar otros mundos, antes de que en el nuestro las condiciones de vida sean inviables.

Para terminar solo una palabra: ¡Ojalá!   

 

 

 

  

 


2 comentarios:

  1. Todavía no lo he leído entero pero....¡Madre mía, Ángeles qué paciencia!! :)

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  2. ¡A ver si cuentas ese sueño que te hizo tanta gracia, que has dejado a tus fieles con la intriga!

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