domingo, 30 de octubre de 2022

56.- La Impresionante saga de los Estrada.

56.- LA IMPRESIONANTE SAGA DE LOS ESTRADA





Monumental panteón de D. Víctor Emilio Estrada Sciacaluga.

 

Sorprende el gran caudal de interesantes y, con frecuencia, fascinantes historias, hechos y leyendas que se esconde tras cualquiera de los apellidos que hemos recibido de nuestros antepasados.

Cierto que en todos ellos hay sombras y luces, pero dejemos en la merecida oscuridad del olvido a los primeros y celebremos las brillantes historias de los segundos.

Pero aquí y ahora, es mi deber aprovechar estas líneas para rendir un afectuoso homenaje a tantos anónimos predecesores, que jamás verán su vida relatada en crónica alguna. Tampoco obtendrán ninguna huella o recuerdo de su paso por este mundo. Y, sin embargo, componen esa mayoría silenciosa que, con tesón, trabajo y dedicación a los suyos, han propiciado que hoy nos encontremos entre los afortunados que obtuvimos la maravillosa gracia de nuestra existencia,

Para todos y cada uno de ellos, mi agradecimiento, mi afecto y mi más profunda admiración.

Debo confesar que nunca me había interesado conocer el origen de mi apellido y, mucho menos, indagar sobre la vida de mis antepasados. Es posible que la razón de esta despreocupación fuera debida a que no tuve la suerte de conocer a mis dos abuelos. Mi horizonte de ascendencia no pasaba de mis padres.  

Pero un buen día, ya jubilado, recibí, de un buen amigo, un interesante artículo aparecido en el diario local de Huesca que, bajo el título de “Nuestras raíces” describía la genealogía del apellido Bistué, desde el primero hasta nuestros días, a través de su línea primigenia.

Sentí como una sacudida interior, que me condujo a sumergirme en aquellas breves historias y, espoleado por una curiosidad insaciable, buceé en crónicas y textos hasta concretar alguna de ellas.

De este modo, logré almacenar información sobre los tres antepasados más notables, a mi juicio, y conformar una trilogía con estas tres novelas históricas: “Infanzones del Sobrarbe”, historia del primero de la saga, Joan de Bistué, que ganó título y blasón a golpe de espada contra la morisma, durante los primeros años del siglo XI. El segundo libro, “Almogávares, Lobos hambrientos en Oriente” narra la historia de Raymundo de Bistué, que luchó en Túnez, Sicilia, Anatolia y Grecia, para terminar su andadura fundando las ciudades de Bistue Vetus y Bistue Nova, en tierras de lo que hoy es Bosnia, durante el siglo XIII. El tercero, “Con Fuego en las Entrañas”, trata la vida de Valero de Bistué, héroe en la lucha contra el ejército invasor de Napoleón, participando en casi todas las batallas importantes ocurridas en Navarra, Aragón y Cataluña, incluidos los dos terribles y heroicos Sitios de Zaragoza.

Han transcurridos unos pocos días, desde que mi hijo Guillermo me relató la curiosa leyenda que pesaba sobre Víctor Emilio Estrada y Sciacaluga, uno de los antepasados del novio de su hija,

Un nuevo reto se alzó sobre el teclado de mi ordenador. Y no lo rechacé. Tenía que saber más sobre aquella distinguida familia Estrada.

ORIGEN: El origen del apellido Estrada, se pierde por entre la bruma de las primeras páginas de la Historia de España. Y, por tanto, su misma excepcional antigüedad habría de provocar una variedad de hipótesis sobre la procedencia de este apellido.

Se especuló tanto sobre la nacionalidad, como sobre la época de su fundación. Algunos historiadores señalaban a Portugal, Alemania o Italia como probable ubicación de su origen. Pero para los estudios más serios, realizados por los expertos más reputados, los Estrada tuvieron su origen en una  remota aldea de Astúrica, en la provincia romana de Gallaecia.

En efecto, Estrata, septima mansio de la calzada romana Via Maritima de Agripa, viene señalada en la hoja correspondiente a Hispania de la Tabula Peutingeriana. (siglo I d. C) Estaría ubicada en las inmediaciones de la actual municipalidad de Val de San Vicente, en el extremo oeste de Cantabria, que, en la Edad Media, perteneció al reino de Asturias.

El gran genealogista Sota así lo afirma y niega cualquier otro origen distinto al del Val de San Vicente en Cantabria: “Entiendan así su letrero los de Estrada y, teniendo tan alto y cierto su origen en su tierra, no le busquen engañados, incierto y fabuloso en la ajena”

Los romanos construyeron una impresionante red de calzadas que cumplían una doble misión. Por un lado permitían un rápido traslado de tropas con todo tipo de impedimenta. Y, por otro, facilitaban un pronto y seguro transporte de toda clase de mercancías. La Via Maritima se extendía a lo largo de toda la cornisa cantábrica, a fin de comunicar las explotaciones mineras del norte de Hispania. La calzada de Peña Cutral, uno de cuyos ramales partía de Estrata, conduciría los minerales obtenidos a través del valle del Ebro hasta los puertos del Mediterráneo Tarraco, Barcino y Emporion, a través de Calagurris y Cesar Augusta.

Pero, Adrián, el primer Estrada conocido, aparece a finales del siglo VIII. A pesar de que debió ser un personaje notable en su época, muy pocos datos se conocen de su persona, y todos ellos se refieren a hechos acaecidos durante sus últimos años de vida.

En el año 770, reinando Aurelio en Asturias, sucedió un hecho que bien puede calificarse como el primer conflicto social de la historia hispana. Los siervos se levantaron en armas, protagonizando una cruenta revuelta contra los señores feudales, en amplias zonas del reino. Aurelio ordenó una gleba en las regiones en calma, entre ellas la que comprendía el Val de San Vicente, para armar un ejército y sofocar la insurrección.

No es descabellado pensar que Adrián, que contaría con unos 16 años en aquella fecha, sería alistado, seguramente por disponer de humilde origen, en el ejército real. El Rey Aurelio acabó con la revuelta, aunque murió cuatro años después debido a una grave enfermedad.

Aurelio fue sucedido por Silo (774 – 783) Su reinado coincide con el de Abderramán I, fundador del Emirato independiente de Córdoba y con Carlomagno en Francia, primer Emperador del Sacro Imperio. Reinó en paz con los musulmanes que ocupaban el resto de España, aunque tuvo que reprimir una insurrección armada en Galicia. El ejército rebelde fue derrotado en la batalla de Montecubeiro (Lugo)

En el año 783, aparece la primera referencia sobre Adrian de Estrada.

Al parecer, durante estos trece años, Adrián se habría convertido  en un diestro y capaz guerrero, al figurar en las crónicas de los avatares sucesorios ocurridos tras la muerte del Rey Silo en el año 783.

En aquel tiempo, el Rey era elegido por los nobles, entre los miembros de familias de condición Real, de acuerdo con la tradición goda. Sucedió que Andosinda, viuda de Silo, y un grupo de nobles nombraron sucesor a Alfonso II, hijo de Fruela I y sobrino de la viuda del rey fallecido. Sin embargo, Mauregato, hijo ilegítimo del Rey Alfonso I, tras lograr el apoyo de otro grupo de nobles, destituyó a Alfonso y se proclamó Rey de Asturias.

Alfonso, temiendo por su vida, huyó a Álava, seguido por una escolta de fieles. Entre ellos se hallaba Adrián de Estrada, que sería ya un curtido hombre de armas de 29 años. Se inicia así una gran amistad con Alfonso, que duraría hasta la muerte del depuesto monarca en el año 842.

Fue Mauregato monarca, de mal recuerdo, durante los años 783 y 789. A pesar de tan corto reinado, se permitió ocasionar un sinfín de bellaquerías. Entre ellas, se le atribuye el conocido como “tributo de las cien doncellas” a Abderramán, en pago a su ayuda. Tantas debieron ser  que le hicieron merecedor a este grabado en su tumba: “Hic iacet in Pravia qui prabus fuit”. Aquí yace en Pravia, quien depravado fue.

A su muerte fue elegido rey Bermudo I, hermano de Aurelio y sobrino de Alfonso I. Era diácono y poco apegado a la cosa terrenal, de manera que, tras sufrir una gran derrota en la batalla del rio Burbia, contra las tropas del Emir de Córdoba Hisham, renunció al trono, en el año 791, para continuar con su vocación eclesiástica.

Al conocer la renuncia de Bermudo, Alfonso II regresó a Asturias, donde fue nombrado Rey, por unanimidad, en esta ocasión.

Uno de sus primeros actos de gobierno fue conceder el título de Barón del Rey, máximo honor en aquel tiempo, a Adrián de Estrada, “,,, en pago a un gran servicio prestado al Rey ...”  No se especifica la clase de tal servicio, aunque cabe sospechar que le salvó de grave apuro o situación en la que peligrara su vida. En aquel tiempo, el Rey administraba el poder en nombre de Dios. Era Él quien podía disponer de su vida, no cualquier mortal. Por esta razón, no suele aparece en crónicas o edictos la circunstancia de que alguien salvara la vida del Rey. Siempre será la Providencia la que dispone de tal o cual actuación.

Además, le concedió, para él y sus descendientes el dominio de todas las tierras que pudiera avistar desde lo alto de un peñasco cercano a la aldea en donde nació.


 

Torre de Estrada, en proceso de reconstrucción

En aquel lugar, Adrián construyó su casa fortificada, durante los últimos años del siglo VIII. Todavía quedan restos de la primera edificación. Fue reconstruida en el siglo XII, en el que se le añadieron las actuales murallas y, en el siglo XIII, una capilla de estilo románico tardío. Durante el siglo XIV la torre fue mejorada, añadiéndole nuevas construcciones, tanto obras defensivas como estancias habitables. En el siglo XIX fue abandonada y sufrió de rapiña, sirviendo como refugio de bandoleros, vagabundos y mendigos, hasta quedar en total ruina. En el año 2005, su actual propietario, el Conde de la Vega del Sella, la donó por 100 años a la municipalidad, lo que permitió a esta acometer su reconstrucción.

Su lema: “Yo soy la casa de Estrada, fundada sobre esta peña, más antigua que Velasco, y al Rey no le debo nada”. Velasco era una de las casas más antiguas de Cantabria, en aquel tiempo perteneciente al reino de Asturias.

Más tarde, en 1188, la casa de Estrada obtuvo escudo de armas, que figuraba sobre la puerta de entrada a la torre. Desgraciadamente, el escudo desapareció durante los muchos años en que sufrió abandono, aunque queda testimonio de su existencia y hechura.

Las Crónicas albeldense y sebastianense, citan y distinguen a Adrián en las batallas de Lutos, Narón y Anceo, ganadas a los musulmanes.

  PRIMER ESTRADA EN OBTENER ESCUDO DE ARMAS: Nos encontramos a finales del siglo XII. González Fernández de Estrada, descendiente por vía directa de Adrián, recibe el delicado encargo del Rey Alfonso VIII de Castilla de trasladar a su hija Berenguela hasta Alemania. Así mismo, debería intervenir en las capitulaciones, previas a los esponsales con Conrado, hijo del Emperador Federico I, Barba Roja, de manera que se cumplieran, en su total medida, los acuerdos previos pactados entre los dos monarcas.

La misión se llevó a cabo a completa satisfacción de las partes y el Emperador le otorgó blasón, consistente en un águila coronada en sable sobre campo de oro.

Era el año 1188 y aunque, más tarde, miembros de otras ramas de la casa Estrada obtuvieron sus correspondientes escudos de armas, todos los especialistas en Heráldica consideran este como el más antiguo concedido.

                                                      



El escudo superior corresponde al que figuró en la Torre de Estrada, hasta su expoliación.

PRIMER ESTRADA EN PISAR TIERRA DE ECUADOR: De hecho Bartolomé Ruiz de Estrada fue el primer europeo en explorar las costas de Ecuador y asentarse en este país, que perteneció al Virreinato de Perú, durante muchos años. Su vida se extendió desde el año 1482 al 1532.

Embarcó en el cuarto viaje a América de Cristóbal Colón, pilotando la nao Gallega, en el 11 de mayo de 1502, a la edad de 20 años. A las órdenes del Almirante, recorrió las costas de Centroamérica con la misión secreta de encontrar un paso o estrecho que permitiera a los barcos españoles alcanzar el Océano Pacífico.

Desde 1500, se tenía conocimiento de la existencia de un desconocido mar, tras las tierras americanas. El capitán Andrés Contero, descubridor y gobernante español en tierras americanas, lo había avistado desde un acantilado. Habrían de transcurrir 13 años para que Vasco Núñez de Balboa consolidara el descubrimiento.

El  gran marino portugués, Vasco de Gama, había llegado ya a las Indias Orientales bordeando el continente africano, y doblando el cabo de Buena Esperanza. Encontrar un paso hacia Oriente, a través de las tierras americanas, anularía la inicial ventaja portuguesa.

No obtuvo éxito el Almirante. Tras recorrer las costas de Centroamérica en vano, abandonó el principal objetivo de su viaje, para  obtener algún beneficio, en oro, plata o perlas, que lo justificaran, en una zona del actual Panamá, todavía sin colonizar, en la que algunos indígenas le habían hablado de la existencia de grandes riquezas.

En efecto, allí encontró indígenas amigables que le proveyeron de alimento, oro y plata. Sin embargo, los continuados desmanes provocados por parte de sus hombres, ocasionaron un fuerte enfrentamiento armado que supuso la pérdida de varios hombres y la posterior retirada de los supervivientes a los barcos.

 Decidieron entonces regresar a zona colonizada, pero los barcos estaban ya en muy malas condiciones. La podredumbre y la acción de los moluscos fitófagos tenían a los cascos haciendo agua por mil sitios.

El barco de Bartolomé naufragó en medio de una tormenta, salvando la vida de milagro, ya que navegaba junto a la nave del Almirante. Llegaron a duras penas a Jamaica, todavía sin colonizar, dos barcos que acabaron encallados en la costa,

Después de mil peripecias, fueron rescatados por una carabela enviada desde La Española, tras haber enviado Colón una barca de remos, para dar noticia de su desdichada situación.

De los 110 supervivientes de la fallida aventura, 72 decidieron regresar a España. Y lo hicieron nada más que con lo puesto. Finalizaba el año 1504.

Bartolomé regresó a su pueblo de Moguer con las manos vacías, pero con el carácter endurecido y un caudal inmenso de experiencia y conocimientos. Pronto renació en él aquel irrefrenable deseo juvenil de aventura y buscó el modo de volver a tierras de América. Después de mucho porfiar, puesto que sobre los integrantes de la misión fallida de Colón cayó el estigma de fracasados, consiguió enrolarse, junto a su hijo  y un hermano, en la expedición de Pedro Arias Dávila de 1514.

Pedro Arias, afamado y duro militar, había sido nombrado Gobernador y Capitán General de Castilla de Oro, un territorio que comprendía Nicaragua, Costa Rica, Panamá y la costa norte de Colombia. Bajo su mando, Bartolomé patrulló las costas de todos estos territorios en numerosas ocasiones, capitaneando su propio barco.

El descubrimiento del “Mar del Sur” –el Océano Pacífico-, abrió la navegación a los marinos españoles por estas aguas, desde Panamá hasta Perú. En aquel tiempo, Bartolomé era ya un marino afamado por su conocimiento de los mares y la destreza en su navegación.

En diciembre de 1525 se unió a la empresa de Pizarro que trataba de hallar fama y riquezas en las tierras del Pacífico al sur de Colombia.

Francisco de Pizarro había iniciado su aventura el 14 de noviembre de 1524. Después de un año de penalidades sin cuento, hambre, enfermedades y bajas producidas por indios hostiles, explorando la costa colombiana, sin hallar nada de provecho, se encontraba refugiado en Chochama, a la espera de refuerzos.

Estos llegan mandados por su socio Almagro que ha conseguido la valiosa colaboración del notable marino Bartolomé Ruiz de Estrada y el artillero Pedro de Candía. Son dos naves y 110 hombres, que sumados a los que le quedan a Pizarro hacen una fuerza de 160 soldados.

A principios del 1526, se hacen a la mar y navegan rumbo al Sur hasta llegar al río San Juan. Allí deciden que Almagro regresara a Panamá en busca de más víveres y refuerzos. Bartolomé recorrería la costa más al sur, en preparación de la próxima expedición y Pizarro, mientras, se dedicará a explorar el río San Juan y sus afluentes.

Es así como Bartolomé llega a las costas de lo que hoy es Ecuador. Descubre la isla del Gallo, cerca de la actual frontera de Colombia con Ecuador y recorre toda la costa ecuatoriana, hasta llegar al golfo de Guayaquil y la ciudad de Tumbes. Es un acontecimiento histórico: Un Estrada es el primer europeo en pisar tierra de Ecuador. Encuentra allí indígenas amigables, ataviados con adornos de oro y plata. Tras recoger muestras y alimentos, regresa a río San Juan con evidencias de que el país poseedor de grandes riquezas existe y se encuentra ya cercano.

En aquel inhóspito lugar, encuentra a Pizarro y su tropa diezmada por las enfermedades, la falta de alimento y los enfrentamientos con los indígenas hostiles. Deciden resguardarse en la isla del Gallo, descubierta por Bartolomé. Almagro había regresado a Panamá para reparar las naves y juntar nuevos refuerzos.

En la isla, cunde el desánimo entre la gente. Han pasado dos años y medio de penalidades sin cuento y ningún resultado obtenido. Eran 80 hombres flacos y endebles. 20 de ellos no alcanzaban a tenerse en pie.

En Panamá, el Gobernador, avisado de la penosa situación de la gente, da por concluida la aventura de Pizarro, anula el permiso de exploración, y envía un barco para rescatar a la tropa superviviente.

La llegada del barco de rescate provoca el alborozo de los soldados.  Por fin, acabaron las penalidades. Regresarán vivos de aquella terrible pesadilla.

Es entonces cuando se produce el conocido suceso de “Los Trece de la Fama”. Pizarro traza una raya en la arena con su espada y clama: “Por allí está el deshonor y la pobreza, por aquí la gloria y la riqueza. Elija el buen castellano lo que mejor le estuviere”.

Bartolomé fue el primero en cruzar la raya y con él doce valientes más. El resto embarcó hacia Panamá. Lo hizo también el de Estrada con la misión de volver con nuevos refuerzos.

Ya en Panamá, Bartolomé, Almagro y Luque, el socio financiero de la expedición, lograron convencer al nuevo Gobernador, Pedro de los Ríos, para que renovara el permiso de exploración. Cinco meses después un barco mandado por Bartolomé llegó a la isla Gorgona –al norte de la isla del Gallo-, donde se había desplazado Pizarro y sus doce acompañantes,

De inmediato, Pizarro ordenó zarpar y poner rumbo al sur hasta llegar a Tumbes. En esta ocasión, el viaje fue rápido y sin incidentes. Eran aguas conocidas, gracias a la meticulosa exploración que Bartolomé había realizado anteriormente.

En ese lugar, Pizarro dio comienzo a la conquista del Perú. Bartolomé regresó, una vez más a Panamá, con la misión de siempre: traer de vuelta los refuerzos acopiados por Almagro y Luque.

Durante el año 1529, Pizarro regresó a España a fin de gestionar los derechos de conquista ante el Emperador Carlos. Las capitulaciones se firmaron el 26 de Julio de 1529. En ellas se concedía a los trece de la fama el nombramiento de Hidalgos y Caballeros de la Espuela de Oro. A Bartolomé Ruiz de Estrada se le otorgó el nombramiento de Regidor Perpetuo de Tumbes.

Al parecer, Pizarro agrandó su figura y méritos ante el Emperador, en detrimento de sus otros dos socios y del mismo Bartolomé. Este, molesto por el tratamiento recibido, rompió su amistad con el conquistador y abandonó la empresa.

Pero como en 1530, ya se conocían las enormes riquezas que acumulaba el Imperio Inca, Almagro, después de mucha insistencia,  convenció a Bartolomé para que se uniera a participar en la aventura peruana. Allí había un inmenso territorio y riquezas, suficientes como  para colmar la ambición y bolsa de más de un conquistador, argumentó.

En 1532, Bartolomé y Almagro, se hicieron a la mar con  tres naves.

Transportaban una importante tropa de 280 hombres y 12 caballos. Arribaron a Tumbes con buen tiempo y sin incidentes. No era extraño, Para Bartolomé, navegar por aquellas aguas era igual que embarcarse en un viaje de recreo. Tal era su conocimiento y dominio de costas, corrientes y vientos desde Panamá a Tumbes.

Desde allí, se trasladaron a Piura y Cajamarca, donde Bartolomé murió de malas fiebres a la edad de 50 años. Así acabó la historia de uno de los más grandes marinos de su época.

MARTÍN LÓPEZ DE ESTRADA. UN HEROE EN ROCROI: Martín era alférez en el tercio del General Villalba. Era lo que se conocía como un soldado “viejo” o veterano del tercio de Flandes. Había intervenido en  numerosos enfrentamientos, tanto en los Países Bajos, como contra los ejércitos del rey francés, Luis XIII. Durante estos combates había demostrado valor, destreza e iniciativa, atributos que le hicieron medrar en su tercio, desde cabo, hasta alférez, pasando por sargento.

Eran los primeros días de mayo de 1643, el Rey de España, Felipe IV, decide invadir Francia desde Bélgica, a fin de aliviar la presión que los ejércitos franceses están aplicando en Cataluña y el Franco Condado.

Al mando de un ejército de unos 27.000 hombres y 18 cañones, el Capitán General de los Tercios, el portugués Francisco de Melo, decide tomar la plaza fuerte de Rocroi defendida por solo 500 hombres.

Por parte francesa, su reacción fue inmediata y poderosa. Un ejército de proporciones similares al español, que se había preparado para dar un golpe definitivo al Franco Condado, custodiado por los españoles, cambió de objetivo y se dirigió a marchas forzadas hacia Rocroi. La tropa estaba mandada por el joven Duque de Enghien de 21 años.

El resultado del encuentro entre los dos ejércitos, es muy conocido. Terminó en un auténtico desastre para los tercios españoles, tenidos por imbatibles hasta entonces. Las claves de la derrota española fueron: por un lado la audacia y deseos de gloria del joven Duque, que supo mover sus tropas con arrojo y oportunidad, y de otro, la exagerada prudencia estática de De Melo.

Ocurrió, que De Melo, al conocer que un ejército francés se le venía encima, pidió refuerzos al general Jean de Beck, que guardaba la frontera belga con 4.000 infantes y 1.000 jinetes. De Melo confió la victoria a la llegada de la tropa de refuerzo.

Por el contrario, el joven Duque, al conocer, por los espías, la inminente llegada de refuerzos españoles, se apresuró a iniciar el combate, y no cejó en sus ataques, con el fin de anticiparse a su llegada.

La disposición de la tropa española era la clásica de los Tercios de Flandes, que tantos días de gloria había proporcionado a España.

En vanguardia los cinco tercios españoles. La retaguardia estaba compuesta por dos Tercios italianos y otros dos valones, gente menos ducha en combate. La caballería española del Duque de Alburquerque protegía el flanco izquierdo, y la alemana el flanco derecho. La artillería al frente, protegida por la vanguardia española.

De madrugada, Enghien ordenó la primera carga de caballería, con resultado catastrófico para los franceses, Camuflados en un sotillo lateral De Melo había dispuesto 500 arcabuceros que, junto a la artillería propia, hicieron fracasar la ofensiva francesa y sus jinetes tuvieron que retirarse con gran desorden.

Allí debió terminar la batalla con victoria total española, si De Melo hubiera ordenado un contraataque con toda su fuerza. Nadie hubiera podido pararla. Sin embargo, el Capitán General consideró más prudente esperar a la llegada de loa refuerzos para jugar sus cartas.

Mala decisión. El de Enghien eliminó a los arcabuceros con facilidad, pues estaban separados del resto de la tropa, sin protección alguna. Después realizó una maniobra tan audaz como arriesgada. Atacó el flanco izquierdo español con toda su caballería y buena parte de su infantería. Así pudo destrozar a la caballería de Alburquerque y atacar la retaguardia española, la parte más débil de la composición de aquel ejército.

De nuevo, en aquel momento hubiera podido acabar la batalla con victoria aplastante de España. La caballería alemana atacó el flanco izquierdo francés, que desprotegido por la audaz maniobra de su general, creó la confusión en el grueso de la tropa francesa y permitió que los alemanes se apoderaran de la artillería.

Sin artillería y con el Duque de Enghien  y  la caballería combatiendo en el otro extremo de la batalla, hubiera resultado un juego de niños acabar con el grueso del ejército francés, si De Melo hubiera tomado la decisión correcta: atacar con todo lo que tenía. Pero, obsesionado con la idea de la llegada de refuerzos para iniciar la ofensiva, no hizo lo que debía. Demasiada prudencia.

Sin embargo, Enghien no se lo pensó dos veces. Atravesó las líneas españolas entre la vanguardia y la retaguardia, dejó a la infantería que llevaba, atacando a los tercios de italianos y valones y él pasó con toda la caballería, del flanco izquierdo español al derecho. Atacó a la retaguardia de la caballería alemana que, pillada por sorpresa -jamás hubieran supuesto que el de Enghien apareciera por ese lugar-, quedó destrozada.

En un momento, la suerte de la batalla da un giro de 180 grados. El francés recupera la mayor parte de las baterías y los españoles quedan sin la protección de la caballería. Los Tercios de la retaguardia han sido diezmados y huyen hacia la frontera belga.

Los cinco Tercios españoles forman un cuadro erizado en picas y mosquetes y se aprestan a resistir, hasta que aparezcan los refuerzos que ya no pueden estar muy lejos.

Pero los refuerzos nunca llegarán, De Beck se ha topado con los restos de la caballería de Alburquerque y de los Tercios en fuga, considera que la batalla estaba perdida y decide darse la vuelta para preparar la defensa de la frontera belga, del posible acoso del ejército francés.

Los españoles todavía resisten tres nuevas cargas francesas. En la primera, el de Enghien está a punto de perder la vida, Varios tiros de arcabuz matan a su caballo y un proyectil abolla su coraza. En la segunda, las baterías españolas quedan mudas. ¡Han agotado la munición!

Sin refuerzos, caballería ni cañones, la derrota española era cuestión de poco tiempo. En la tercera carga quedan deshechos tres de los cinco Tercios. Sin embargo, recomponen el cuadro con los Tercios de Garciez, Villalba y los restos de los demás y se aprestan a una defensa a ultranza.

El Duque de Enghien, que todavía teme la llegada de los refuerzos, ofrece a los españoles una rendición honrosa: podrán ir a sus cuarteles, marchando en formación con sus armas y banderas.

El Tercio de Garciez acepta, pero en el de Villalba, se adelanta el Alférez Martín López de Estrada, y espada en alto grita: ¡Un soldado español del Tercio no se rinde. Vence o muere! ¡A mí, solo los valientes!  A continuación se colocó en primera línea, seguido por su gente y el resto del Tercio, prestos a vender cara su vida.

Duró poco. En la siguiente carga francesa, un lancero acertó a colocar una lanzada en la coraza de Martín. El hierro resbaló sobre ella y fue a clavarse en la garganta del héroe. Muerte instantánea. Muerto el de Estrada, decayó el ánimo del resto de la tropa y decidieron aceptar las honrosas condiciones que ofrecía el Duque de Enghien. Allí terminó la batalla. Eran las 9 de la mañana del día 19 de mayo de 1643.

Pero el grito de Martín López de Estrada, no resultó inútil. Quedó grabado a fuego en el ADN de los tercios españoles, y ha llegado hasta nuestros días, en el glorioso y laureado Cuerpo de los Tercios de la Legión.

Ahora celebro haber relatado el desarrollo de la batalla, con el suficiente detalle, como para entender que toda empresa, grande o pequeña, necesita una dirección, individual o colectiva, capaz y resolutiva. En caso contrario, aquella puede llevar al desastre al mejor de los equipos.

PRIMER MARQUÉS DE CASA ESTRADA: Don Jerónimo de Estrada y Nava era un capitán del cuerpo de Ingenieros y Construcciones Militares, con numerosas obras defensivas a sus espaldas. Se había forjado una cierta fama de buen constructor en las obras militares realizadas por la cornisa cantábrica, los Pirineos y la costa mediterránea.

Sucedió en 1697 que los piratas franceses Pointin y Ducasse, guiados por el inglés Morgan, asaltaron la ciudad de Cartagena de Indias, en Colombia y, bien gracias a la convivencia con el Gobernador o a su desidia, lograron entrar hasta el corazón de la ciudad, reunir un gran botín y perderse en el Océano, en una operación casi fantasmal.

Enojado el rey Felipe V, por la facilidad que habían encontrado los piratas en su ataque, envió a Don Jerónimo a Cartagena para que revisara las defensas de la ciudad y corrigiera los defectos que pudiera hallar.

A su regreso, y tras presentar ante el Rey los planos de las obras realizadas, quedó éste tan satisfecho, que le otorgó el título de Marqués de Casa Estrada, en 1704. Don Jerónimo fijó su residencia en Cádiz, pero no pudo evitar la añoranza por la tierra que le vio nacer e hizo construir un palacio en el concejo de Bimenes, Asturias. Este palacio todavía existe y puede ser visitado.

Pronto quedaría demostrada la bondad y eficacia de las defensas construidas por Don Jerónimo. En 1741, la ciudad fue sitiada por el almirante Edward Vernon, al mando de una flota de 186 navíos y 28.000 hombres. Morgan había informado de la facilidad con que se podía entrar en la ciudad. Las fuerzas españolas que defendían la plaza no pasaban de 4.000. La misión del inglés era, no solo la toma de la ciudad, sino, sobre todo, ganar la colonia española entera, a fin de arrebatar a España la supremacía sobre aquella parte de América.

En Cartagena, tuvieron la suerte de que se hallara en puerto el Almirante Blas de Lezo, con seis navíos de guerra. Este era un vasco hecho de pedernal, con infinidad de batallas ganadas a ingleses, franceses y holandeses. En ellas, había perdido un ojo, una pierna y tenía un brazo inútil. Pero la sapiencia, arrojo y valentía seguían intactas. Al tener conocimiento del enorme poderío de la escuadra inglesa, puso a resguardo sus barcos, desmontó sus cañones y los distribuyó, junto a sus hombres, en la obra defensiva de Don Jerónimo.

La defensa fue tan eficaz que, no solo impidió la toma de la ciudad, sino que hizo huir al Almirante Vernon con grandes pérdidas en hombres y barcos. Por desgracia para él, El Gobernador le denunció ante el Rey por indisciplina y poner en peligro la suerte de la ciudad, molesto porque el de Lezo no contó para nada con él, que en realidad era el responsable de la defensa de la ciudad   

 El rey le creyó y destituyó al Almirante de todos sus cargos. Blas de Lezo murió en septiembre de ese mismo año, a consecuencia de las heridas recibidas durante los combates. Tuvo que ser Carlos III quien corrigiera aquella infamia, otorgándole el título póstumo de Marqués de Ovieco, para él y sus descendientes. Este título nobiliario todavía existe.

LOS ESTRADA EN LA GUERRA DE INDEPENDENCIA CONTRA NAPOLEÓN BONAPARTE.: Debieron ser incontables los hechos heroicos protagonizados por personas apellidadas Estrada, pero me referiré al sorprendente caso de Don Álvaro Flórez Estrada, presidente de la Junta Suprema Asturiana.

Era Don Álvaro un hombre de los llamados adelantado a su tiempo. Un intelectual ganado por las nuevas corrientes liberales, que traían aire fresco a la anquilosada política conservadora y corte absolutista de las dinastías reinantes en España. Fue un constitucionalista convencido, Diputado en las Cortes de Cádiz y redactor de la primera constitución española de 1812.

El 25 de mayo de 1808, al conocer los sucesos acaecidos en Madrid el 2 de mayo, lanzó una encendida proclama, con el lema “Asturias nunca vencida” y declara la guerra al Emperador Napoleón Bonaparte. ¡Tal cual! ¡Con dos pares de riñones bien prietos!

Lograron reunir una fuerza de 20.000 hombres y tuvieron en jaque a las tropas francesas hasta enero de 1810, año en el que Napoleón, decidido a terminar con la resistencia española de una vez por todas, entró en España a la cabeza de un impresionante ejército. Desde Burgos, ordenó al general Godet tomar Asturias. Tras intensos combates, el general entró en Oviedo y Gijón a finales del mes de enero de 1810.

No terminó la guerra en Asturias. La Junta se retiró a las montañas, seguida por el resto de los combatientes y, desde el inhóspito territorio montañés, organizaron las cuadrillas de guerrilleros, que ocasionaron una auténtica pesadilla a las tropas regulares francesas, hasta su expulsión definitiva de la Península Ibérica.

Emulaban, de este modo, la lucha que tuvieron siglos atrás contra la invasión musulmana. Tampoco en aquel trance Asturias fue vencida.

LA SAGA DE LOS ESTRADA DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR: Voy a referirme ahora a la familia Estrada del Ecuador, de una manera somera, pues nadie como ella conoce su propia historia y no deseo entrar en el menor error o contradicción de su conocimiento.

Se inicia, que yo sepa, en la figura de Nicolás Estrada Cirio, llegado al Ecuador en los comienzos de 1800. Su nombre aparece en la nómina del General José María Urbina y Viteri, en un puesto subalterno de escaso relieve. Sin embargo, algo muy positivo debió ver el general en él, porque llegaron a tener una franca amistad, hasta el punto de que Don José María y su esposa, Doña Teresa Jado, apadrinaron, en su bautizo, al primer hijo de Nicolás, en 1855, recibiendo el nombre de Emilio Estrada Carmona.

Emilio Estrada Carmona. (1855 – 1911): Emilio perdió a su padre pronto. En 1860, Nicolás tuvo que exilarse por razones políticas y poco tiempo después murió. Su esposa, Doña Francisca Carmona se trasladó con su hijo a Guayaquil. Tras sus estudios, se dedicó a ejercer labores comerciales, alejado de la política. Sin embargo, pronto se vio envuelto en la vorágine política de aquel azaroso tiempo, con guerra civil, revoluciones y contrarrevoluciones, dictaduras y enconadas luchas entre conservadores y liberales. Don Emilio era un hombre serio, honrado y cabal, como bien queda reflejado en su retrato presidencial, un oleo de notable calidad pictórica. El Partido Liberal Radical, a quien Don Emilio servía con lealtad y acierto, le propuso para la presidencia de la República, al considerar que su mandato podría representar un periodo de calma, provecho y buen gobierno para la agitada situación política ecuatoriana. Así fue. El 1 de septiembre de 1911, tomó posesión del cargo. Fue un período corto, aunque fructífero, pues murió poco después, el 21 de diciembre del mismo año, de una dolencia cardiaca.

Víctor Emilio Estrada Sciacaluga (1891 – 1954) Primogénito de Emilio, fue una figura de una personalidad arrolladora. Autodidacta en gran parte, puede considerarse el prototipo de hombre hecho a sí mismo. Escritor, militar, economista, banquero y político de gran talla, aplicó todas sus energías para realizar sus variadas ocupaciones de la mejor manera posible. Hizo mucho y, al parecer, lo hizo siempre bien. Es forzoso advertir que tan intensa actividad requiere dedicar un capítulo especial, más adelante, para solo poder resumir las acciones más importantes de su fructífera existencia. Es así, porque representa la luz, el faro y el espejo donde mirarse las generaciones siguientes.

Emilio Estrada Ycaza (1916 – 1961) Primogénito de Víctor Emilio, fue, como su padre, un hombre polifacético en sus ocupaciones. Trabajó con la intensidad y honradez que caracterizó la labor de sus mayores, como economista, empresario, político y arqueólogo insigne. Fue miembro de la Society  for American Archeology y la Current Anthropolegy y, entre otras muchas actividades deportivas, económicas y políticas, fue embajador de Ecuador en la Asamblea General de la ONU, y alcalde de Guayaquil, durante los años 1954 y 1956, siendo su mandato pulcro y fructífero para los habitantes de la ciudad.

Víctor Emilio Estrada Estrada (1941 - 2022) Primer hijo varón de Emilio, economista y empresario, se dedicó al comercio nacional e internacional, entre otras muchas actividades.

Emilio Estrada Piana (9 de noviembre de 1969) Hijo del anterior, destacado deportista y piloto civil privado, economista, dedicado al comercio y a la actividad empresarial. En la actualidad, es Director General de una importante empresa ecuatoriana.

Víctor Emilio Estrada Salem. (24 de agosto de 1998) Novio de mi querida nieta Isabel. Se conocieron en la Uni de Navarra. Él estudiaba Empresariales y ella Derecho y Relaciones Internacionales. Un amigo común los presentó y surgió el flechazo mutuo. Ha iniciado su andadura profesional en una compañía de Madrid.

ORIGEN DE NICOLÁS ESTRADA CIRIO: Es el primer  miembro de la saga ecuatoriana de los Estrada. Su origen, que yo sepa, es desconocido. La abuela de Víctor dice, a pregunta de mi nieta Isabel, que ella había oído decir que llegó al Ecuador sobre 1800 y que había sido cura, antes de casarse con Doña Francisca Carmona. Pocos datos, pero relevantes. Descubrir su origen es un reto que no suelo rechazar.

Buscar en América es inviable. Los Estrada llegaron al continente con el Descubrimiento, por lo que, pronto, este apellido se extendió por todos los países americanos de habla hispana.

Decido bucear en España. Busco a un hombre con el ADN de honrado e incansable trabajador, en su profesión o modo de vida, de los Estrada del Ecuador, en el arco temporal de finales del siglo XVIII y principios del XIX.

¡Eureka! Lo encuentro en la figura del Teniente Coronel de la Armada Española, Don Nicolás Estrada y Posada (1749 – 1825), nacido en Villaviciosa, Asturias –dónde, si no-, en el seno de una familia noble y acomodada, entroncada, de algún modo más o menos directo, con el primer Estrada conocido y descrito en este trabajo.

En efecto, Nicolás es uno de los marinos más notables de la Real Marina Española. Desde su ingreso de guardiamarina en 1765, llegó a las más altas cumbres de su carrera militar, al obtener el nombramiento de Capitán General por la Regencia, en 1812, Director General de la Armada, Ministro del Tribunal de Guerra y Marina y del Consejo General de Guerra.

Poseía las más altas condecoraciones de la milicia española: la Real Orden de San Hermenegildo y la de Carlos III.

Me resulta imposible relatar aquí las innumerables singladuras y acciones bélicas protagonizadas por Don Nicolás. Fue una vida dedicada en cuerpo y alma al servicio de su patria. Y lo hizo en una época de miseria para la marina española. No por falta de barcos, que eran muchos y potentes, sino por la desidia de los gobernantes que ocasionaron un deficiente mantenimiento y unas tripulaciones mal entrenadas y pagadas tarde y mal. En estas condiciones, debería enfrentarse a la marina inglesa, con navíos más ligeros y maniobrables y con tripulaciones profesionales bien instruidas y bien pagadas. Basta conocer que, al ser nombrado Nicolás, Comandante del Arsenal de Cartagena, se le debían 22 meses de sueldo y tuvo que vender las joyas de la familia para afrontar los pagos de las obras más perentorias del Arsenal y del mismo puerto. Sugiero a mis lectores más curiosos que consulten su biografía. Yo solo quiero manifestar que parece imposible que, con solo una vida, se pueda realizar tanta actividad marinera y protagonizar tanto hecho heroico en todos los mares del entorno y más allá del Océano.

El 19 de enero de 1792, recibió permiso para casarse con Doña Josefa González Guiral, hija de militar de alto rango. En diciembre de dicho año nació, Nicolás Estrada Guiral, al que seguirían ocho hijos más.

De inmediato, saltan a la vista dos hechos: en el primero, uno se pregunta cómo diantres se apañó este hombre para engendrar nueve hijos, con tanta actividad castrense y marinera como realizó. Es evidente que sí lo hizo, pero también que tuvo bien poco tiempo para educarles y verles crecer. El segundo, y más importante, es que nos encontramos con Nicolás Estrada Guiral y estamos buscando a Nicolás Estrada Cirio.

¡Vaya por Dios! Mi castillo en el aire, formado con tanto esfuerzo y entusiasmo, se acaba de derrumbar. No hay duda, son dos personas distintas…¿O no?. Mi instinto, que en muy pocas ocasiones me ha fallado, me incita a seguir hurgando en esta historia.

Bien, hagámoslo: tenemos a un joven en España que a los 18 años toma los hábitos franciscanos y solicita y consigue marchar a América, con gran disgusto de Doña Josefa, que tenía apalabrada su boda con una rica heredera de la alta nobleza de la Corte. Extraña decisión de un joven llamado, por primigenia, a seguir la tradición militar de su padre y a vivir una vida de acomodo, éxito y honores.

Pero si se piensa bien, no resulta tan extraño. Nicolás apenas conoce a su padre, embarcado en mil y una singladuras. Su madre, hija de militar de alto rango, educa y maneja su prole con rigidez cuartelera.

 La vida de Nicolás, que no desea seguir la tradición familiar y que seguro que ha experimentado las mieles de un primer y juvenil amor, abortado de inmediato por su dominante madre, debió ser un verdadero infierno, con constantes desencuentros y riñas con Doña Josefa. Para mí, es evidente que la decisión no es vocacional, sino la única forma de huir de la, para él, asfixiante atmósfera de su hogar. Y en aquel tiempo, esta actitud se llevaba. Tenemos, por tanto, un joven que viaja a América en 1810,  como fray X, del que no se volverá a saber nada de él. Si mantuvo correspondencia con su padre o hermanos, no consta.

Por otro lado, está Nicolás Estrada Cirio, que aparece en el Ecuador en los años 1800 y del que solo sabemos que había sido cura, Parece evidente que ha ejercido su profesión eclesial durante bastantes años, ya que tiene a su primer hijo en 1855, con un mínimo de 60 años de edad.

¿Qué edad hubiera tenido Nicolás Estrada Guiral, en caso de que Emilio hubiera sido su hijo en la misma fecha? Justo 63 años. Hum… parece que coinciden en la edad. ¿Será posible que sean ambos la misma persona? Ninguna prueba, pero demasiados indicios. Veamos:

Coinciden nombre y apellido paterno.

Tienen una edad parecida.

Han profesado la misma, o similar, actividad eclesial.

Son coetáneos.

¿Ha podido, fray X, realizar su labor evangelizadora en aquellas regiones? Sí, la Orden Franciscana se estableció en Perú y Quito en la década de los años 1530 a 40.

Nicolás Estrada Cirio se secularizó antes o después de conocer a Doña Francisca, pero, en todo caso, demostrando que su vocación religiosa no era tan firme, como para aguantarla durante toda su vida.

¿No salta a la vista que a Nicolás Estrada Guiral le hubiera acontecido lo mismo, al toparse con una mujer que, quizás, hubiera hecho avivar la llama de su prohibido y juvenil amor?

Llegado a este punto, consideremos el único obstáculo que nos impide afirmar que ambos son, en realidad, la misma persona: el apellido Cirio. Es originario de Italia y se difundió muy poco en Occidente, pues la influencia florentina, veneciana y genovesa se dirigió, casi en exclusiva, hacia Oriente. En la actualidad, existen en España solo 27 portadores de dicho apellido y en América unos pocos centenares en México y Argentina, provenientes de las grandes migraciones de italianos a finales del siglo XIX y principios del XX. En los demás países, muy pocos.

Quiere decirse que, en los años 1800, ese apellido podría ser rarísimo, o inexistente, tanto en España, como en América. ¿Entonces?

¿Acaso es demasiado aventurado suponer que Nicolás, al recuperar su estatus civil y sus apellidos, decida cambiar el de su madre, de nefasto recuerdo, y adoptar uno cualquiera? ¿Quizás Cirio, en recuerdo de su vida sacerdotal, e imagen de luz y de vida eterna del gran Cirio Pascual?

En cualquier caso, yo he desechado todas mis dudas. No es posible rechazar tanto indicio coincidente. Pero lo que más me agrada de esta hipótesis, es que, de aceptarla, produciría un digno entronque entre la familia Estrada del Ecuador y la familia del gran marino Nicolás Estrada y Posada. Es este un auténtico Estrada de raza. De pies a cabeza. Modelo de hombre, que sintoniza a la perfección con el arranque de la familia Estrada en la República del Ecuador. Creo ver una clara y perfecta continuidad en la posible sucesión de una y otra familia.

Pero aceptarla o no, es privilegio exclusivo de la familia Estrada ecuatoriana. Solo puedo añadir que nadie podrá contradecir su elección.

NOTA IMPORTANTE: Tras escribir lo que antecede, he recibido el árbol genealógico de los Estrada del Ecuador. Y…¡oh, cielos! Si lo que se recoge en él está debidamente documentado, resulta que Nicolás Estrada Cirio tiene padre y madre distintos a los españoles Nicolás y Josefa. ¡Mi hermosa teoría defenestrada y arrojada, de un golpe, por los suelos!

No es mi culpa. En mi estudio seguí los datos que me trasmitió mi nieta. Por cierto, entre las personas del árbol, no hay ningún adulto que llegara a Ecuador sobre 1800, ni ningún cura. Y otro agujero oscuro: nada se sabe de la infancia y juventud de Nicolás Estrada Cirio.

Pero allí está el documento. Implacable. Cierto que hay huecos sin llenar en las fechas y que el abuelo de Nicolás no existe, siendo la abuela la que cede sus apellidos a su supuesto hijo. Raro. Pero, habrá que rendirse a la evidencia del documento, para concluir que Nicolás Estrada Guiral no es Nicolás Estrada Cirio.

¿Y si… sí? ¿Podemos estar completamente seguros de algo que sucedió hace ya más de dos siglos con  miles de Estradas rondando tanto en América como por España? Francamente, si yo fuera alguien de la familia, guardaría con cuidado el dichoso árbol y adoptaría mi teoría. Que, por cierto, tendrán que convenir que es preciosa, además de apetecible.

Al fin y al cabo, hoy se pueden elegir legalmente los apellidos, o tomar la condición de hombre, mujer, híbrido o cosa, dependiendo la elección, únicamente, de la propia voluntad del interesado. En fin, así y aquí lo dejo. Pues, en el peor de los casos, ambos son sus ancestros.

 DON VÍCTOR EMILIO ESTRADA SCIACALUGA: (1891 – 1954) Glosar la inmensa figura de este hombre es tarea imposible en este limitado trabajo. Trataré de realizar un listado de sus más importantes logros, aunque lo que más me interesa es conocer su persona, descifrar su arrolladora personalidad y encontrar en ella el poderoso e incansable motor que propició la inmensa labor realizada.

Víctor era un hombre duro, serio –para alguno de sus enemigos, demasiado serio, hasta llegar a adusto, malhumorado e irascible-, autodidacta y polifacético en gran parte. No tiene pelos en la lengua y es capaz de “cantarles las cuarenta” al más pintado, al más encumbrado o al más laureado, sin que le importe lo más mínimo los enemigos que se pueda ir ganando por esa causa.

Quienes lo calificaban de adusto o irascible, tenían razón en parte. Odiaba la vagancia, la desidia y la falta de honradez, tanto en la cosa pública, como en el ejercicio de cualquier actividad privada, y no tenía el menor reparo en denunciarlo y combatirlo, en cartas abiertas a los interesados o desde sus habituales artículos de prensa.

Según su estricto ideario, “Solo es válido el bien o dinero adquirido mediante el esfuerzo y el trabajo bien hecho” Es una norma básica que le acompañó a lo largo de toda su fecunda labor pública y privada.

Consecuente con esa idea, rechazaba con vehemencia cualquier donación o subvención indiscriminada. Jamás concedió una donación a quienes se la solicitaban, atraídos por la fama alcanzada de poseer una importante fortuna y, en cambio, ayudaba, en cuanto podía, a quienes acudían a él para pedir su apoyo en empresas o trabajos productivos.

Disfrutó de una buena posición económica, pero no amasó la gran riqueza que se le atribuía. Era partidario de que el dinero debía circular de  algún modo, en vez de atesorarlo sin ningún provecho. He aquí sus palabras, escritas en uno de los numerosos tratados sobre economía y buen gobierno que publicó:

“Riqueza es el uso del dinero y no es rico el infeliz que circunscribe su empeño y su fatiga en acumularlo, para esconderlo avaramente.  

Consideraba que el conocimiento, producto de una buena y adecuada educación, era el principio fundamental para el buen funcionamiento de la economía y de la bonanza de un país.

Vuelvo a retomar sus palabras:

“La causa de que la mayoría de la humanidad se halle explotada está, no en la pobreza, sino en la ignorancia. Lamentablemente, es la confusión que hoy se hace, porque si los interesados se dieran cuenta de la cuestión, el problema se resolvería con suavidad”.  Son palabras que merecen una reflexión larga y profunda, pues revelan las causas de muchas revoluciones sangrientas y la equivocada senda emprendida por algunas ideologías políticas.

Tuvo ocho hijos y, a su muerte, no les dejó grandes riquezas. Recibieron el mayor tesoro que se puede obtener de un padre: aprendieron de él a trabajar con honestidad, integridad y esfuerzo.

Su vida estuvo condicionada por la efervescencia política y económica de aquellos tumultuosos tiempos, con revoluciones, guerra con Perú, gobiernos corruptos e ineptos y una tremenda crisis financiera. Sin embargo, su figura se mantuvo en un plano superior a estos eventos sin que resultara manchada o contaminada por ninguno de ellos.

Recibió una educación básica y, tan pronto dejó los estudios, se alistó en la marina. En 1910, con 19 años ingresó en el ejército y un año más tarde ya había obtenido la graduación de capitán. Era la revelación de que se trataba de una persona excepcional.

En 1911, su padre es nombrado Presidente de la República y Víctor se vuelca en su colaboración y ayuda. Con 20 años, es comisionado para viajar a Europa y vigilar el buen cumplimiento de los contratos comerciales mantenidos por Ecuador en varios países europeos.

Muerto su padre se mantuvo al margen de las convulsiones políticas  que se produjeron entre los dos grandes partidos políticos de conservadores y liberales. Se retiró del ejército y se dedicó a completar su escasa formación empresarial y a trabajar en asuntos particulares.

Pero su figura ya había empezado a destacar en los círculos económicos y políticos, siendo llamado para gestionar, como Capitán, el puerto de Guayaquil. Poco después, en 1913, dejó, de nuevo, el ejército para dedicarse a sus asuntos comerciales y empresariales.

En 1917, con solo 26 años, es nombrado Interventor de Hacienda del Guayas, provincia del Ecuador, con Guayaquil como capital, que engloba el mayor centro económico, comercial e industrial del Ecuador.

A estas alturas, Víctor ya había publicado bastantes artículos y ensayos sobre diversos temas económicos y financieros, creándose una creciente notoriedad en los círculos de negocio ecuatoriano.

Fue en 1919, cuando una pequeña caja de ahorros le llamó para ocupar el puesto de Gerente General. En ese momento, comenzó su carrera como banquero que ya no abandonaría hasta su muerte.

En pocos años, el incesante trabajo de Víctor y la aplicación de sus revolucionarios métodos financieros, llevaron a esta pequeña entidad a convertirse en uno de los principales y más potentes bancos del Ecuador. Tal es así, que este fue el único que supo capear con bien la terrible crisis financiera de 1925. Al mismo tiempo, ayudó a poner orden en las finanzas públicas y a gestionar la creación del Banco Central de Ecuador.

En el año 1934 fue nombrado Ministro de Hacienda. Fiel a su estilo, redactó un plan general para la modernización de las instituciones económicas del Ecuador. Recibió el nombre de Plan Estrada, pero resultaba tan novedoso para la época que fue rechazado por el Congreso y Víctor dimitió. Todavía hoy se estudian algunas particularidades en las Facultades de Economía.

En 1936 aceptó el cargo de Coronel Jefe de la Brigada de Guardias Nacionales, para su creación y organización. Era un cuerpo de voluntarios civiles asistenciales, anexo a los cuerpos de policía y ejército ecuatorianos, ante la posibilidad de un nuevo enfrentamiento con Perú.

Durante el año 1944 fue designado Presidente del Concejo Cantonal de Guayaquil. Concluido el mandato, volvió a ocuparse de sus labores privadas hasta su muerte, acontecida el 21 de febrero de 1954.

Este es un resumen esquemático de las actividades públicas y empresariales de Don Víctor. Describir su ingente labor en ambas, con detalle, desbordaría, por mucho, la dimensión de este trabajo.

En su honor y para mayor conocimiento de su excelsa figura, traeré aquí algunas frases del folleto publicado por el banco La Previsora, con el título de “Esquema de una Vida Ejemplar”

Cumplió cabal, entera y totalmente, el honroso papel de CIUDADANO: en su actuación política –breve pero transcendente- en sus deberes cívicos y en su amor a la Patria. Justipreciando todo ello, el I. Concejo Guayaquileño lo designó el mejor ciudadano en 1950. Sin embargo, -y ya lo hemos enfatizado-, no buscó jamás los “honores” ni las “distinciones”. ¿Para qué necesitaba honores él, tan lleno de un honor total, que sabía impregnarlo en cada acto de su vida? Para qué necesitaba distinciones  él, que se distinguía sin quererlo, por la aplastante magnitud del pensamiento, la descollante personalidad y el blasón espiritual del mérito?

Como ciudadano de verdad, supo que “hacer país”, según su propia frase, no es pregonar a voces el incumplimiento de la obligación ajena…Por eso esgrimió la pluma, su enérgica y temida pluma, en el libro, el folleto y el periodismo. Creyó necesario que alguien expresara –y fue él quien lo hizo-, cuanto silenciaban las mayorías conformistas.

LA LEYENDA: Don Víctor hizo mucho y siempre lo hizo bien. De manera que, por fuerza, tenía que llamar la atención, no solo de la gente próxima que conocía el detalle de sus trabajos, sino porque la grandeza de su figura trascendió, hasta crear admiración en el propio pueblo llano.

¿Quién era ese hombre que, en una época en la que reinaba la corrupción, el desconcierto económico y político, la desidia e incapacidad gubernamental o la preocupante ausencia de gente capaz en las esferas del poder, resplandecía por su trabajo duro, eficaz y constante? Era como una especie de Rey Midas, que todo lo que tocaba lo convertía en oro o, como en este caso, en éxito. Y por si fuera poco ¡era honrado!

No, no podía ser. No era una conducta humana. Allí había algo misterioso y sobrenatural, pues solo así se explicaría este extraordinario y anormal comportamiento.

Y así, entre la admiración de muchos, la maledicencia de otros, resentidos o envidiosos por sus logros y la imaginación de la gente simple, siempre dispuesta a inventar las más peregrinas historias sobre hechos controvertidos, polémicos o no muy bien conocidos, nació la leyenda, comúnmente aceptada en la ciudad de Guayaquil.

No cabía duda alguna. Don Víctor había pactado con el diablo, a cambio de su alma, a fin de obtener la ayuda demoníaca para conseguir el más rotundo éxito en todas las actividades y empresas que realizara.

 Pero como la figura de Don Víctor, era admirada y querida en la generalidad del País, la leyenda aporta un relativo buen final para su alma. Cuentan que se hizo construir una tumba o sarcófago de cobre, de manera que al diablo le fue imposible penetrar en él para cobrar su deuda.

Lucifer, contrariado, le maldijo y dispuso una guardia de diablos para que vigilaran su tumba y cuidaran de que el alma de Don Víctor no pudiera salir de allí, ni tampoco descansar en paz.

Sin embargo, ya sea porque dicha vigilancia ha sido levantada por aburrimiento o Don Víctor ha sabido esquivarla, hay personas que aseguran que lo han visto merodear, con frecuencia, por la entrada del cementerio de Guayaquil, sobre la media noche, vestido de gala. E incluso, hay profusión de personas que atestiguan haber hablado con él.

La imaginación popular no tiene medida ni fronteras.

¿Pero, y si, al margen de la leyenda demoníaca, fuesen ciertas las apariciones de Don Víctor, producto exclusivo de su inmensa y extraordinaria personalidad?

Lo imagino y pienso que daría todo lo que soy y tengo por departir con él, sobre todo lo divino y humano, en una noche plateada por una gran luna llena. Me veo sentado a su lado, sobre una lápida cualquiera del cementerio, o mejor, sobre los escalones de su monumental sepultura, escuchando las enseñanzas magistrales de Don Víctor.

De sobra sé, que este sueño no podrá cumplirse, pero solo con imaginarlo me estremezco de placer.

NOTA FINAL: Los antecesores de la familia Estrada del Ecuador, aquí descritos, son solo una muestra de los muchos miembros notables que han portado este apellido. He procurado que los elegidos estuvieran relacionados con Asturias, donde se encuentra su origen, para acercarme lo más posible al entronque primigenio de su linaje.

 

Dedicado a Víctor y a mi queridísima nieta Isabel, con el deseo de que ese dulce proyecto iniciado llegue a buen término y florezca en una larga y provechosa vida de amor y felicidad.